Esta semana hablamos en el nido sobre el desperdicio de alimentos
Esta semana, centramos el vuelo en otro tema conectado con el consumo crítico de alimentos. Hemos hablado ya de muchas de las aristas que constituyen la compleja ecuación que compone el consumo crítico y coherente de alimentos. En esta ocasión vamos a hablar de una de las consecuencias directas y más dramáticas del modelo de producción agroindustrial que domina la cadena de producción de alimentos a nivel mundial: el desperdicio de alimentos.
Desde que esta problemática pasó a una primera línea entre las preocupaciones sociales, científicas y gubernamentales, han ido aflorando cada vez más estudios entorno a este tema, con todo tipo de enfoques. El más referente y citado sin duda es un estudio de la FAO del año 2011 que estimaba que del total de alimentos producidos a nivel mundial, un tercio acaba siendo desperdiciado, que en términos de masa suponía 1.3 billones de toneladas por año. A nivel europeo, en 2016 se estimaron las pérdidas en 88 millones de toneladas y 143 millones de euros, siendo aproximadamente el 20% de la producción de alimentos. Y en el caso específico del Estado español, se le situó en 2013 en la séptima posición en cuanto a niveles de desperdicio de alimentos en la Unión Europea, con unos 7.7 millones de toneladas, después del Reino Unido (en su momento dentro de la Unión Europea), Alemana, Holanda, Francia, Polonia e Italia. Estos valores han sido y son considerados por una buena parte de la comunidad científica como muy conservadores y relativos. Valores conservadores porque los mecanismos de recolección de datos son muy limitados y costosos y no hay una metodología abosulta, y también porque la propia definición de la FAO de lo que son los desperdicios a lo largo de toda la cadena de distribución, no considera fracciones de la producción que sin embargo tienen costes ambientales y sociales igualmente, como son los despedicios de los productos alimenticios que se consideran como no comestibles. En este sentido, a día de hoy no hay un acuerdo general en lo que se considera y no se considera desperdicio. Y son valores relativos porque existen muchas voces críticas con el hecho de contabilizar los desperdicios solamente en términos de masa, cuando hay otros elementos, como su valor nutricional, o su consumo energético, o de agua, que deben de ser tenidos en cuenta.
Los acercamientos a esta problemática han sido y son muy diversos, desde concepciones que consideran que el problema se debe a una determinada cultura de consumo o a determinadas ineficiencias logísticas de la industria agroalimentaria, visión que es actualmente la dominante, hasta una concepción que considera que las causas hay que buscarlas en el modelo agroalimentario convencional. En cualquier caso, todas las perspectivas coinciden por un lado en que se trata de un fenómeno de enormes dimensiones, y por otro lado en que, como acabamos de mencionar, más allá de los datos que algunos estudios puedan dar, son solo aproximaciones; a día de hoy no hay manera de descubrir de qué volúmenes estamos hablando.
Para informarnos de esta problemática más en profundidad, conversamos con dos personas que sostienen dos discursos muy críticos con el drama del desperdicio de alimentos. En primer lugar, hablamos con Pepe Esquinas, quien trabajó muchos años en la FAO. En segundo lugar, charlaremos con Jordi Gascón, coautor del libro: Alimentos desperdiciados: un análisis del derroche desde la soberanía alimentaria.
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¡Buen vuelo!