Cuidar entre tierras. ¿Quién sostiene la vida cuando las mujeres migran?
Que migre una mujer o que migre un hombre no tiene el mismo impacto.
A diferencia de la migración masculina, la de las mujeres desencadena cadenas de cuidados: mientras que en las ciudades y los países de destino muchas migradas, desplazadas y exiliadas son ocupadas en el sector doméstico y, con su trabajo precarizado, llenan un vacío que tradicionalmente han cubierto las mujeres de forma no remunerada dentro de la familia, en su país o territorio de origen el déficit de cuidados que queda cuando migran es cubierto por otras mujeres. A menudo, abuelas, tías, hermanas… quedan a cargo de niños y personas dependientes. En ocasiones, son otras migradas las que palían el vacío, en condiciones aún más precarias que las soportadas por las migradas en el Norte global.
La fuga de cuidados asociada a la migración de las mujeres traspasa el entorno familiar; también afecta a la comunidad y el territorio. La defensa de los bienes naturales, muy feminizada, también sufre que las mujeres tengan que alejarse.
Contextos de empobrecimiento y violencia con huella occidental son el telón de fondo de las cadenas de cuidados. Un fenómeno, transnacional y urbanizado, que evidencia la tensión entre las necesidades de las personas y las necesidades de los mercados para acumular capital. Un fenómeno que delata cómo la responsabilidad cotidiana de sostener la vida, del entorno familiar a los bienes naturales, está lejos de situarse en el centro de las políticas y asumir de manera colectiva.