Tiempos de megalomanía emocional

TIEMPOS DE MEGALOMANÍA EMOCIONAL
(Presos de el goce en el pensamiento positivo)

Estamos entrando en terrenos cada vez más peligrosos ante el afán de inventarnos una dicha pueril y sin sentido, negando la realidad, como poseídos por un fanatismo cotidiano no exento de narcisismo. Fingiendo un talante a todas luces fraudulento.

Frases, casi mántricas, como: "Hablar y pensar siempre en positivo", ante situaciones de evidente desenlace poco halagüeño y "Renegar del pasado". O ¡"No pasa nada"!, cuando la decepción linda con umbrales demoledores. Mensajes que han pasado a formar parte, en rango prioritario, del lenguaje cotidiano de nuestros días. Ante todo aparentar fuertes, inmunes, bajo el espectro de una falsa tolerancia.

Ésto no nos aleja tanto de aquellas "sentencias" obsoletas: "Los hombres no lloran", "Quién bien te quiere te hará llorar", o "La letra con sangre entra".

Es un gesto humano expresar los sentimientos, sin racionalizar a base de almibaradas coletillas "de moda" contrarias a los afectos que de aquellos se desprenden. Sólo así evitaremos posteriores desbordamientos proyectados, y desplazados, hacia asuntos y sujetos ajenos a nuestras desdichas.

No nos convierte en menos modernos (ni en más), ni nos hace parecer más pobres, ni miserables, ni nos transforma en seres vulnerables el derecho a expresar el dolor, la tristeza, el malestar, la decepción ante ciertos acontecimientos de nuestras vidas. En su justa medida nos libera, a la vez que nos protege de cebar las frustraciones que, por contención de lo justo, nos pueden descompensar convirtiéndonos en presos de nosotros mismos.

Nuestra mente es un desafío de palabras que conforman un lenguaje, convirtiendo así nuestro cuerpo en un discurso. Engañar a ese discurso es tanto como abrir los poros y dar paso al síntoma. Gozar-se en la repetición de repeticiones, el pensamiento mágico como arma estéril contra lo Real.