Reflexiones a partir del proyecto Ouner (smartsantander)

La ciudad de santander avanza en la aplicación de dispositivos inteligentes. Hasta ahora, los más de 20.000 dispositivos que no paran de recoger datos en nuestra cotidianidad, resulta lo más conocido. Sin olvidar los avances en la gestión del tráfico, la gestión de los residuos y la del agua. Todos estos miniproyectos son los que van tejiendo la ciudad inteligente que el ayuntamiento de Santander pretende crear, entregando la ciudad a ser, en palabras de sus representantes, “un laboratorio vivo de experimentación”.
En esta ocasión, llega el proyecto Ouner, un sistema tecnológico de almacenamiento de información dedicada a que los “ciudadanos” de Santander puedan registrar sus pertenencias de tal modo que estas queden a resguardo, en vigilancia, bajo control. Se trata de una oficina de objetos perdidos en la que, a través de una página web y con un dispositivo móvil, cada persona que decida entregar la información de sus propiedades a la pretendida neutralidad administrativa y garante de la seguridad, podrá mantener dicha información en distintos estados; -normal-, -perdido-, -encontrado-, -robado-. Una vez ocurrido el suceso que transforme el estado “normal”, es decir, que se pierda (ya sea por robo o no), o que se encuentre, el individuo puede señalar en un mapa el punto exacto del acontecimiento. Esto es, particulares o administración podrán ponerse en contacto con la persona cuya propiedad sufra dicho percance.
Este proyecto está en gestación, pero seguro no va a echarse atrás (prueba de ello es que su lanzamiento y publicidad ya se puede leer en la revista “el Gallo” de Febrero 2015). Informar sobre dicha iniciativa institucional sin hacer propaganda de la ciudad inteligente, sino más bien, contribuyendo a desarrollar perspectivas críticas contra el modelo dominante, lleva a relacionar esta herramienta inteligente con tres conceptos fundamentales; El turismo, la geolocalización y el robo.
El urbanismo de santander ha sido históricamente “autista” en el sentido en que no ha estado tan conectado a las pautas de construcción y remodelación que podían tener otras ciudades del estado décadas atrás. Sin embargo es desde los 80 que sus planes se han ido adaptando a las exigencias competitivas que Europa marca. Es decir, el turismo ha cobrado una importancia en la forma en que Santander ha ido creciendo y renovándose hasta la actualidad, y es clave para entender las transformaciones planificadas, inmediatas o no. Las ciudades europeas que más están creciendo a día de hoy no son las grandes metrópolis, si no esas pequeñas ciudades que a través de la inversión en desarrollo “cultural” y la oferta de servicios al turismo compulsivo, se van haciendo un hueco entre los referentes para visitar. Sin entrar en detalles, esto es Santander y su modelo inteligente. De esta manera cobran importancia proyectos dedicados a proteger los intereses y garantizar la normalidad de quienes vienen a pasar unos días de vacaciones a la ciudad. Todo ello, sin tener en cuenta la problemática social de sus habitantes, más allá del escaparate publicitario sobre el cual el ayuntamiento está invirtiendo tanto esfuerzo económico.
Desde 2012 se registró un aumento en el robo de viviendas, en los hurtos ante despistes en zonas de ocio y en los coches estacionados en lugares similares. Ahora y desde 2014, según las estadisticas del Icane y la prensa oficial, el descenso de las infracciones penales, a excepción del tráfico de drogas y los robos con fuerza, es un hecho. Pero también lo es el descenso de los hurtos, así como el de robo de vehículos.
Las estadísticas recogen datos que, en función de los distintos criterios metodológicos para el registro (modificados en los últimos años), pueden utilizarse de una manera u otra. Ya sea para hacer una campaña política de atracción al turismo sobre lo seguras que son Cantabria y Santander, o ya sea para darle la vuelta al discurso en función de los intereses políticos/ideológicos que existan de por medio. En todo caso este no es el problema. La gravedad reside en que el Proyecto Ouner es un paso más en el refuerzo de la seguridad de un modelo de ciudad, frente a la desigualdad social y a todo estorbo que se ponga en su camino. Es insignificante, para entender esto, que las estadísticas de la delincuencia peguen descensos o aumentos. Lo significativo en este asunto es que la existencia del robo no nos sirve como lo que es, un indicador de la necesidad material que una parte de la población (la más castigada por la violencia estructural) sufre cotidianamente, sino que sólo se interpreta como amenaza económica, social y, por lo tanto, política, a los intereses de quienes tienen tantas posesiones que perder.
Sin embargo, esto no lo explica aún todo, ya que la sociedad capitalista en la que vivimos es más compleja que una simplificación entre “pobres que roban para comer” y “ricos que registran propiedades en un i phone para que no se las roben”. Aunque dicha reducción no es falsa, sí tiene sus carencias. Hasta las personas más humildes sufren robos en los barrios que habitan. Es decir, Ouner también daría respuesta en este caso a sus demandas y no sólo a la de turistas adinerados y familias acomodadas. Ouner se convierte en una herramienta en la que el vecino, independientemente del extracto social al que pertenezca, o la cantidad de euros que tenga en su cuenta bancaria, es capaz de entregar su confianza y su intimidad al ayuntamiento, a las fuerzas de seguridad y a la administración a través de un ordenador, antes que entregarla a sus vecinos, a los habitantes de su manzana, de su calle, a los que saluda cuando saca a su mascota, o con los que conversa sobre el tiempo que hace, mientras entra en su portal o en su verja.
La “ciudadanía” es ese concepto que contribuye a crear ciudades de ciudadanos, todos dispuestos a denunciar al vecino y hacer de policía ante la mínima infracción, ante el mínimo comportamiento que rompa la normalidad, la legalidad. Por suerte, lo real nunca se adapta por completo al pensamiento televisivo, y es que aún existen muestras de vecinos que se apoyan, vecinos que no ven criminales cuando ven personas que cometen delitos contra la propiedad, porque a pesar de no estar en contra de la propiedad privada ni entender el robo como algo inevitable en una sociedad de clases, conocen la historia de esas personas, a sus padres, a sus abuelos, porque crecieron junto a ellos y saben que donde falta la comida, suele abundar la droga y la posibilidad de sobrevivir con ella. Entonces entienden que denunciar no es una tarea tan sencilla cuando no se trata de un desconocido endemoniado por los titulares de la prensa y los informes de la policía o,simplemente alguien cuya vida desconoces por completo, sino una persona con sus sombras y sus claros, con sus carencias y sus potenciales. Entienden que joderle la vida a alguien no es de gran ayuda. No pasa de la misma manera con las personas que delinquen y pertenecen a otras etnias u otros lugares del planeta. El racismo, el machismo y el clasismo se cuelan de lleno en los barrios, y es que robar también tiene sus grados de aceptación según quien cometa el acto.
Para todo esto no hay recetas pero sí retos a practicar en lo cotidiano. No sería de extrañar que Ouner comience a ser utilizado por un amplio extracto de la población de Santander, y con ello, que la geolocalización, ya no sólo al servicio de la gestión del tráfico ni de otros asuntos urbanos, sino de la represión, sea una herramienta utilizada y agradecida. Para luchar contra proyectos de esta ciudad inteligente, no hace falta escribir panfletos, ni pegar carteles, ni hacer concentraciones. Tampoco alentar teorías de la conspiración. Salir de nuestras burbujas convivenciales y autocomplacientes, interesarse por los de al lado, preguntar a quienes no parece que tengan nada que decir, darnos voz entre vecinos, buscar maneras de resolver conflictos que acaben con la necesidad de recurrir a los juzgados, reunirnos entre diferentes, asamblearnos, debatir sobre lo que nos gusta y lo que no, y ponerlo en práctica, o lo que es lo mismo, tomar la calle. No es nada nuevo, sólo se trata de darle más importancia. Donde hay comunicación cara a cara, sin intermediarios ni representantes,tanto Ouner, como el ayuntamiento, la ciudad inteligente, la desconfianza entre iguales y el estado, pierden terreno. Ahí es donde merece la pena vivir, luchar.
Fuente: Conglomeradas.org.