«Pequeño, pequeño, pequeño...»

«Educar, es obligar a darse por vencidos»
Judith Brouste, «L’enfant future», p..38

Cuando somos pequeños, no sentimos que somos pequeños, sino que nos sentimos tal como somos.  Medir menos no significa ser incapaz de hacer cosas: adquiere ese significado cuando se utiliza para establecer una relación de poder. Es entonces cuando nos sentimos pequeños.
El primer día de escuela, llevamos de la mano al niño que, en vano, intenta resistirse con todas sus “débiles fuerzas”. No lo conseguiríamos de otra manera. Y si no, inténtelo con su vecino.
De la mano lo llevamos “al médico”, que le dará un tranquilizante, al psicólogo, que lo volverá normal, etc. En una edad en la que todavía no es “razonable”, solo queda la fuerza de la muñeca para insertarlo.
Como un cáncer, la conciencia debe ser operada desde el principio. Hay que intervenir sobre el niño cuando es débil y confiado.
La operación consiste en abalanzarse sobre él desde el principio, aprovechando que está indefenso para, una vez habiéndole mostrado quién es el más fuerte, inmovilizarlo, aislarlo y hacerle entender que para vivir depende de una buena voluntad externa con la que se debe conciliar. Aprovecharemos cuando esté reducido a la impotencia para controlar sus energías y sus deseos, le impondremos un estado de dependencia legal, económico e institucional, de tal manera que deje la cuna solo para abrazar la correa, que ame su correa, y que solo la abandone para el "libre" consentimiento de ser explotado.

«Cuando la palabra "educación" por sí misma no tiene lugar de ser, entonces solamente podemos utilizar la palabra "relación"».

Traducción de un fragmento del texto “Petit, petit, petit...” de Christiane Rochefort en su libro «Les Enfants d’abord» p.90. Extraído de la web LEA 107, www.education-authentique.org

* Texto que cerraba el boletin de Briega en papel nº10 en febrero de 2019.