Lloramos tu pérdida, sauce llorón de la S-20

Lloramos tu pérdida, sauce llorón de la S-20

 

Hace unos días unas excavadoras acabaron con la vida del sauce llorón situado junto a la carretera S-20, en Santander.

 

Quienes pasábamos por allí con cierta frecuencia no podíamos dejar de admirar la belleza y majestuosidad de este joven árbol de 35 años de edad, con sus características ramas colgantes. Sin duda un superviviente en medio de una jungla de cemento que avanza cada día. Pero ya sabíamos que sus días estaban contados. La apertura reciente de un restaurante de comida rápida, a escasos metros del lugar dónde residía el sauce, ya anticipaba el destino que le deparaba a nuestro amigo. Sus raíces serán sepultadas bajo una nueva mole artificial; otra más de las tantas que se alzan frente a la vaguada de las llamas.

 

En las vallas que rodean el perímetro de la futura obra, podemos leer un cartel que explica que el sauce ya estaba mayor y enfermo, que ya había cumplido su función;  y que ya era hora de que se quitara de en medio. En compensación, unos cuantos árboles serán plantados en otro lugar. No deja de sorprendernos este mensaje de la empresa y nos preguntamos cuál ha sido su motivación. ¿Esperaban quizás que las vecinas se quejasen o algún tipo de oposición? Sin embargo, no deja de ser un mensaje muy hipócrita, ya que en vez de decir abiertamente que el sauce estorbaba y suponía un obstáculo para su proyecto, se escudan en que estaba mayor y enfermo, y que era mejor quitarlo de en medio. Para reforzar su explicación el cartel muestra una foto de una rama del árbol aparentemente muerta.

 

Así es este renovado capitalismo verde que nos ha tocado sufrir. Como queda muy mal cargarse zonas naturales (las del primer mundo) las empresas tienen que compensar sus malas acciones con otras más bondadosas. Es como quién se confiesa para poder morir con la conciencia tranquila. Quitamos un árbol por aquí pero ya plantamos otro por allá; pagamos cuotas de emisiones para poder contaminar; arrasamos los mares pero financiamos ONGs de pesca sostenible;instalamos parques eólicos industriales pero pagamos para que se limpie una playa... Como si los árboles fuesen piezas de lego de quita y pon que se pueden mover a capricho de las empresas cons(des)tructoras. Pero no nos confundamos,cuando matas un árbol lo matas para siempre, cuando destruyes un ecosistema, los efectos son permanentes, por mucho que pretendas imitarlo en otro lado.

 

Hace tiempo que la vaguada de las llamas y su entorno ha sido aniquilado. La batalla (que nunca se libró) está perdida. Esto no es pesimismo, es realismo. Basta con darse una vuelta por allí para constatarlo: bloques y más bloques de pisos conforman el nuevo paisaje. Solo algunas huertas diseminadas sobreviven como testimonio de tiempos recientes. Lo sorprendente es que se sigan construyendo más y más pisos cuando la ciudad pierde habitantes año tras año. ¿Será que no se construyen para satisfacer necesidades habitacionales sino para llenar los bolsillos de unos pocos? ¿Ese sauce? ¡Pasadlo por la trituradora, que nos vamos a forrar!

 

Adiós sauce llorón. Tus amigas vengaremos tu muerte.