Diez años de la primera marea negra en Cantabria
Tal día como hoy, hace exactamente una década, la costa de Cantabria sufrió la llegada de una marea negra procedente del petrolero Prestige. Ninguna autoridad nacional o autonómica había advertido a la población, ni adoptado medidas preventivas, pese a que el buque con bandera de conveniencia se había accidentado el 13 de diciembre y se había hundido siete días más tarde, tras la nefasta gestión llevada a cabo por el ministro de Fomento, Francisco Álvarez Cascos.
La verdad fue la primera víctima del Prestige y la frase más repetida entre los portavoces gubernamentales era que la gestión del accidente había sido “la única posible”, aunque un mes más tarde la revista SCIENCE publicó una carta firmada por 400 científicos de 32 universidades y 6 instituciones de investigación españolas, afirmando que las consecuencias del vertido se agravaron por la decisión de remolcar el petrolero hacia alta mar. La respuesta del ministro Pique fue “qué importan 400 personas de un colectivo de 30.000”.
El Gobierno Aznar mantuvo una política de engaño masivo a los españoles y si fue capaz de ocultar los arrasadores efectos de un vertido de miles de toneladas de chapapote en la costa gallega, no iba a tener el menor complejo en hacer lo mismo con Asturias, Cantabria y País Vasco.
Recordemos que el entonces (y ahora) ministro Árias Cañete aseguró públicamente el 15 de noviembre que no habría marea negra y a la mañana siguiente el fuel destruyó 60 km de la Costa de la Muerte, provocando una de las muchas declaraciones esperpénticas del entonces vicepresidente del Gobierno (hoy presidente) Mariano Rajoy: “afecta a una parte importante de A Coruña, pero no es una marea negra”.
Mientras las autoridades españolas mantenían secuestrada la verdad de los acontecimientos, en Francia se informaba puntualmente del desarrollo de la mancha de chapapote por el Mar Cantábrico a través de la Web del Centro de Documentación, Investigación y Experimentación sobre la Contaminación Accidental de las Aguas (CEDRE) y se adoptaban todo tipo de medidas preventivas.
Tras la primera avalancha de chapapote sobre las costas de Cantabria, que afectó muy especialmente a Oyambre y la marisma de Rubín, en San Vicente de la Barquera, las organizaciones ecologistas desplegaron un enorme esfuerzo para colaborar en la limpieza de la costa y protagonizaron diversas movilizaciones, entre las que hay que destacar la manifestación convocada por ARCA y Ecologistas en Acción el 9 de diciembre en Santander, donde más de 2.000 personas expresaron su indignación contra los efectos de la marea negra. La marcha contó con el apoyo de las principales organizaciones sociales, sindicales y políticas de Cantabria, exceptuando el PP y el PRC.
Por el contrario perviven las sospechas sobre la actuación de la Consejería de Medio Ambiente del Gobierno de Cantabria, que de forma completamente opaca gastó 60 millones de euros durante las operaciones de limpieza. Para comprender el significado de esta cantidad de dinero, cabe decir que serviría para contratar a 490 personas durante 10 años y pagarles un sueldo de 1.000 euros mensuales.
Todo ello teniendo como precedente el escándalo del consejero gallego, Xosé Cuiñas, que fue cesado por Manuel Fraga cuando alguien del propio Partido Popular filtró las facturas que las empresas de su familia habían emitido a la empresa pública Tragsa por la venta de uniformes y material destinado a la limpieza del fuel.
Pero para escándalo el hecho de que el Prestige no provocó más ceses que el de Cuiñas y que el Parlamento español se negó a crear una comisión de investigación, mientras que en el europeo la iniciativa fue rechazada con los votos del PP y gracias a la ausencia de siete eurodiputados del PSOE, entre ellos el de su cabeza de lista Rosa Díez.
He querido dejar para el final las dos ideas fundamentales que me gustaría transmitir en estos momentos. En primer lugar decir que la marea negra del Prestige no fue una catástrofe, ni mucho menos una “catástrofe natural”, como muchos se empeñaron en vendernos hace una década, sino la lógica consecuencia de un modelo energético basado en el petróleo y del escaso valor que tiene el medio ambiente para los gobiernos en general.
Por último llamar la atención sobre el hecho de que los problemas generales suelen terminar por afectarnos a todos y cada uno de nosotros. Así que conviene recordar que desde 1967 (fecha en que se fija la primer marea negra de la historia) los mares del mundo vienen recibiendo un gran vertido de petróleo todos los años, de los cuales Galicia ha sufrido ya cuatro. A Cantabria le llegó su primera marea negra el 5 de diciembre de 2002.