Los autogobiernos ¿con democracia convencional o participativa?

¿Por qué mucha gente no entiende la importancia de los autogobiernos periféricos?. ¿Será porque albergan demasiada “mangancia”, sin escrúpulos y/o por cultura acrítica centralista?. Probablemente por ambas.
Como cantabrista convencido, (eso sí, sin intereses extraños), reflexionaré sobre esta importante y compleja temática. Lo haré desde una óptica democrático-participativa.
Últimamente me han publicado en la prensa dos artículos relacionados con la educación y la cultura convencionales: manipuladoras, egocentristas, cutres, destructivas del ser humano etc, y sobre las supuestamente alternativas: participativas, autoformativas, solidarias, potencialmente liberadoras…
Respecto a las primeras, “para mí crean hijas putativas propias de malas madrastas”, y respecto a las segundas, “actúan como madres bondadosas, humanistas, buenas pedagogas…”, que forman personas solidarias y fraternales.
Al iniciar este comentario sobre estas primeras, diré que el Estado español llamado tradicionalmente nación y país por imposición, actualmente es un Estado plurinacional (reconocido en la Constitución). Pero, por su tradición autoritaria y caciquil, la democracia convencional ha brillado (casi siempre) por su ausencia y después de 40 años de criminal dictadura, el concepto democrático, ha sido de sociedad políticamente “abrasada”. Por ello, la oligarquía aprovechó la coyuntura transitiva para colarnos la democracia en una sociedad sin demócratas. Así, el problema parte de que mucha gente preocupada por el cambio, no entendimos nada. En estos 35 años (a pesar del proceso autonómico) “de cachondeo democrático”, la iniciativa la han llevado los “tiburones” economicistas, bien representados por los serviles gobiernos centrales y autonómicos. Respecto a los centrales, en el primero, Suárez prometía (supuestamente con restricción mental) “que el fascismo sólo cambiaba de nombre”. Después, fue “el encantador de serpientes” por el cambio Felipe González quien clavó el mortífero dardo en la ilusión democrática de la esperanzada sociedad civil, sirviendo “en bandeja de oro y platino” al ultraliberalismo globalizador, la entrada en la OTAN y el caótico futuro, planificado por los insaciables “buitres botineros” de turno. Llegado el aznarismo, lanzó “el misil” de la salvaje política especulativa urbanística y privatizadora de muchos medios de producción. Terminando la segunda legislatura mostrando su verdadero rostro fascista. ¡Atención en este aspecto, al próximo futuro!. Por fin, llegó ZP, envalentonado con el triunfo, gracias al efecto Atocha por la conmoción ciudadana y su movilización.
Empezó, apoyando los avances democráticos, en los autogobiernos periféricos (“con barniz izquierdista”), por ser nieto de republicano asesinado por el fascismo. Pero pronto apareció la contradicción. El centralismo globalizador, arremetió contra las débiles políticas autonómicas, parándole los pies “¡ideológicamente de barro!”, chantajeando el auge político en las comunidades más avanzadas: Catalunya, Euskal Herría y Galiza. En las dos primeras, influyó en el hundimiento de ERC y en la consecución del actual gobierno españolista Vasco, terminando esta legislatura como “muñeco títere” a quien manejan los “grandes botineros”, para liquidar cruelmente los derechos: laborales, económicos, sociales y humanos, larga y penosamente conseguidos, presintiendo el indicio del camino “berlusconiano”.
Estos desastres, son propiciados por el señalado déficit democrático centralista, monárquico y por sus enseñanzas mercantilistas, manipuladoras, corruptoras… Por ello, en estas difíciles encrucijadas, los avances democráticos de los autogobiernos, no vendrán de políticas mercantilistas corruptas, ni de culturas manipuladoras perversas, sino de otras que las cuestionen desplazándolas. Las cuales, serán económica, social y culturalmente, democrático-participativas, transparentes, de justicia igualitaria, profundamente críticas, autocríticas y creativas. Inspiradas en pensamientos insignes por su privilegiada inteligencia y sus extraordinarias aportaciones a la humanidad, como los de Albert Einstein, quien decía que “la estupidez humana es infinita”. Partiendo de esta premisa y tirando del hilo histórico estatal y autonómico, permítanme la osadía del siguiente comentario crítico: ¿No será estúpido que, después de los avances en ciencias políticas, económicas, sociales, humanas, físicas, etc. sigamos padeciendo la educación y cultura “borriqueras”, en función del obsceno beneficio de las élites, mediante explotación humana, especulación económica y física, planificado por las indecentes democracias burocrático-convencionales, impuestas por las armas y/o bajo torturante presión psicológica?. Asimismo, ¿no serán también estupideces –entre otras muchas- las siguientes? :

  • El apoyo a la política centralista, equivalente a democracia manipuladora y corrupta.
  • Que gran parte de la población cántabra considere la persona “más buena que el pan” a quien más influye en la hipoteca y venta al mejor postor del patrimoniu natural, cultural y etnográficu del País Cántabru, empeñado en traer el AVE “para todos”, a excepción de toda la sociedad civil no privilegiada, que sólo le verá “volar”, sin enterarse, aún después de que el Alvia quedara averiado en condiciones infrahumanas con 148 personas atrapadas durante tres horas, de que el astronómico costo del AVE y el desastre ecológico, conducen al abandono de cercanías y a la exclusión social periférica a quienes “cierta bondad humana” les sabrá a “pan amargo”.
  • Planificar privatizando los medios de producción y del negocio fácil del turismo discriminatorio socialmente, más el daño irreparable al medio ambiente y al cambio climático. Sin importarles la ruina de otros sectores productivos más importantes.
  • El culto al dinero, a la gula, al trabajo y a la tecnología.
  • El retraso de la jubilación, que margina laboralmente a la juventud.
  • Que el paro sea un problema, cuando es generado por la tecnología liberadora de trabajos penosos.
  • No analizar las causas de los problemas sociales, quedándose en los efectos.
  • No cuestionarse el desarrollo salvaje insostenible, sin considerar el necesario decrecimiento.
  • Suplantar la justicia igualitaria por el miserable asistencialismo, que abandona al ser humano y le despoja de su consustancial dignidad.