Otro texto leído en El Escudo durante la concentración contra la innecesaria y nefasta industria eólica

El Valle de Iguña ha sido cruce de caminos desde hace más de 2000 años. Un tiempo más tarde, por ejemplo, fue lugar de tránsito hacia Santiago de personas, de ideas y de una nueva forma de arte: el románico. Las aguas del hoy denostado río Besaya trajeron ferrerías e industrias ligadas al territorio que atrajeron nuevas labores, gentes y oportunidades. Y todo ello se hizo respetando el entorno, lo que ha permitido su conservación natural a lo largo de decenas de generaciones.

“El excursionista quizá no recuerde ningún panorama tan hermoso como el que desde este punto se extiende a su vista, y que puede conservar, como recuerdo de aquella excursión, en las placas de una máquina fotográfica”.

                                                                         Daniel Luis Ortíz Díaz – El Valle de Iguña (1920)*

* Descripción de las vistas de la cabecera del río León y el pico Jano desde el barrio de Uldá de San Martín de Quevedo

Hoy estas generaciones, nuestros abuelos y nuestros padres, se echarían a temblar al ver como sus adoradas montañas llenas de bosques y un paisaje evocador, se van a ver invadidas de hasta 200 molinos y verse convertida en la zona rural de España con la mayor concentración de torres eléctricas. Y el asombro se transformaría en rabia al ver que esas instalaciones arruinarán el futuro de las gentes, y la rabia en odio al ver que se pretenden instalar de espaldas a los pueblos en la más absoluta oscuridad y con un único objetivo, beneficiar a los de siempre.

Aún podemos evitarlo,