«La madera que arde», con Mariano Clavo Haya

La rama quieta, como dormida,

y esa tela de aire que nace del sueño

y que inunda con su líquida aversión

aquello cuanto miro.

 

No hay luz ni espejo que aguante el pulso

de las hojas últimas que caen al suelo como piedras.

 

Cada piedra un paso,

un tañido reverberando en la superficie helada de los días,

el dolor, al principio tenue,

golpeando en los dientes.

 

Pájaros enmudecidos que se posan en la corriente

y contemplan cómo todo va ocurriendo

con la severidad de los presagios.

 

En ellos somos

la madera que arde.