¿Esta noche en Hamburgo también perdió la policía? ¿Por qué no pueden mantener el control?

Hoy, por segunda noche consecutiva, aproximadamente 20.000 policías armados con la mejor tecnología de control de multitudes que el dinero puede comprar, perdieron completamente el control del centro de Hamburgo. Anoche ya fue suficientemente mal, con enfrentamientos y ataques descentralizados continuando hasta bien pasado el amanecer; hoy fueron obligados a retirarse completamente del barrio de Schanze durante varias horas, mientras las barricadas ardían en las intersecciones y miles de personas desde todos los caminos de la vida celebraban alegremente una zona libre de policía. Ahora, el alcalde que invitó al G-20 a Hamburgo está suplicando el final de una violencia que él comenzó.

Esto muestra que, incluso con las últimas tecnologías, ninguna cantidad de violencia policial puede controlar a una población que se niega a ser dominada. Esta es una buena noticia para les partisanes de la libertad de todas partes alrededor del mundo.

Como decíamos en estas líneas, la policía está asaltando Schanze con la mayor fuerza bruta, apuntando imprudentemente sus ametralladoras a reporteros y a cualquiera, buscando vengarse de aquelles que siguen en las calles después de que muches participantes se hayan ido a casa a descansar. Las unidades de las fuerzas especiales de Hamburgo y de cinco ciudades más están desplegadas en las calles, así como también las fuerzas especiales austríacas. Pero ninguna cantidad de violencia y opresión puede encubrir el hecho de que perdieron el control, y lo que es más importante, que nunca se merecieron ese control en primer lugar.

Los crédulos de las teorías de la conspiración alegarán que el G-20 fue colocado en Hamburgo de manera intencionada para provocar a la población con el fin de justificar recortes mayores en las libertades civiles. Esto es medio cierto: Al enviar al G-20 justo al lado de uno de los barrios más combativos y radicales de Alemania, las autoridades han puesto a prueba a la población para ver cuánta gente lo toleraría. Hamburgo está siendo tratada como un laboratorio experimental de represión, con agentes de policía traídes desde otras muchas naciones europeas para estudiar la represión.

Pero si podemos hacer imposible para la policía el controlarnos a pesar de que más de uno de cada doce agentes de policía en toda Alemania se encuentra concentrado en la misma ciudad, entonces seguramente podamos defender nuestra libertad por completo contra el Estado. El punto aquí es que no podemos estar aferrades cobardemente a la ilusión de que el Estado nos permitirá nuestras libertades si sólo somos lo suficientemente sumises. Ningún pueblo ha alcanzado o recuperado jamás su libertad de esa forma.

Las cosas han alcanzado un punto de no retorno: el futuro será la liberación revoucionaria, o será un Estado policial. El supuesto término medio, en el cual las libertades limitadas son obviadas por una restricción estatal de la voluntad de las personas, siempre ha sido un mito, una ilusión que es cada vez más y más difícil mantener.

Miremos más de cerca la ruptura del control policial. En 1987, la policía alemana comenzó a cambiar su modelo corriente para el control de multitudes, con el fin de corregirse en función de las formas en las que las multitudes les habían sobrecargado y derrotado, especialmente en el 1 de Mayo de aquel día. El modelo subsiguiente de la policía alemana, en el que las largas filas de policía antidisturbios se complementan con escuadrones de movilización muy móviles que mantienen un estrecho contacto con la multitud, ha servido más o menos para controlar la agitación urbana hasta ahora (para una visión más completa de la historia reciente de las tácticas policiales alemanas, consultad este útil artículo).

En 2017, exactamente treinta años después de los orígenes de este modelo, las multitudes de Hamburgo han tenido éxito en sobrecargar y derrotar otra vez a la policía. Esta vez, lo hicieron extendiendo la acción sobre un vasto área de la ciudad, moviéndose rápidamente y centrándose en acciones descentralizadas. Cuando fuese que la policía estableciese un cordón de control, la gente se reunía en el otro lado, no sólo manifestantes, también espectadores simpatizantes. Pequeños grupos móviles y altamente organizdos de activistas fueron capaces de identificar rutas de escape y llevar a cabo rápidos ataques, mientras multitudes mayores dividían a la policía en una dirección, luego en otra… Cuanto más territorio tiene que controlar la policía, más antagonizan con la población, y mayor es el número de manifestantes con los que tienen que lidiar con sus cordones policiales dilatándose cada vez más. Finalmente, perdieron el control de las regiones más ingobernables y acabaron siendo forzados a retirarse completamente.

Además de las preocupaciones tácticas, sin embargo, el golpe más importante a la policía ha sido que, yendo tan lejos en la búsqueda de controlar a la población por la fuerza bruta, perdieron legitimidad ante la mirada pública. Su ataque absurdo y no provocado contra la manifestación Welcome to Hell de ayer volvió a la ciudad entera contra ellos. No es de extrañar que hayan perdido el control.

Seguramente lo recuperarán de nuevo, probablemente a costa de una gran dosis de sufrimiento inflingida al azar en aquelles que siguen en las calles. Pero deberíamos sentirnos alentades por el hecho de que fueron golpeados, de que no podían controlar a la población, y debemos inspirarnos en el tremendo valor que la gente ha mostrado en Hamburgo, enfrentarse a un adversario tan poderoso y negarse a retroceder.