Reproducimos aquí las alcordanzas que Manuel García ha conpartido en su blog sobre los conflictos sucedidos en Reinosa durante la primavera de 1987.
Vivencias en primera línea.
Pensando en algún recuerdo importante ocurrido en este mes de marzo me ha venido a la memoria un acontecimiento que sucedió hace ahora 20 años y que me tocó vivir en primera persona.
Reconversion industrial en La Naval de Reinosa
Reinosa, reconversión industrial, marzo de 1987, mes especialmente violento, con la presentación de un expediente de regulación de empleo a 463 excedentes en Forjas y Aceros de Reinosa (La Naval). La población campurriana sale a la calle para intentar paralizar el expediente y el Gobierno responde con una fuerte represión policial causando un muerto y cientos de heridos. Rescato alguno de los temas más destacados por la prensa en esas fechas.
En los primeros días del mes de marzo, después de varios planteamientos sin éxito, Forjas y Aceros presenta un expediente de regulación. El expediente se venía fraguando hacía tiempo con gran inquietud por parte de todo el pueblo de Reinosa (Cantabria). En medio de las negociaciones se da a conocer la inminente marcha de Enrique Antolín, presidente de Forjas y Aceros, para ocupar la Consejería de Obras Publicas del Gobierno Vasco.
Un día antes de su nombramiento oficial, Enrique Antolín acude a la Empresa a despedirse del equipo de dirección y del comité de empresa. Los trabajadores se enteran y deciden retener a Antolín cuando se encontraba en su oficina. Su idea era no dejarle acudir al día siguiente a la jura de su cargo en Vitoria, para forzar una negociación. Cientos de vecinos de Reinosa, estudiantes de los institutos cercanos y trabajadores de otras empresas, enterados de lo acontecido acuden a la Naval para mostrar su apoyo.
Horas después comienzan a llegar las primeras unidades de intervención de la Guardia Civil. Entretanto los directivos, con Enrique Antolín a la cabeza, son trasladados al “bunker”, un edificio que se construyó especialmente para temas radiactivos, con grandes muros de hormigón, donde pasarán toda la noche. Las conversaciones, ya de madrugada, entre los directivos retenidos, trabajadores y Delegado del Gobierno no prosperan. La tensión va en aumento y la mayoría de los trabajadores pernocta en la Fabrica en los distintos Talleres y Oficinas.
A primera hora de la mañana siguiente 300 antidisturbios armados entran en la factoría, haciendo uso de sus armas y dispuestos a rescatar a Enrique Antolín. La Guardia Civil empieza a actuar. Se suceden los palos y las carreras por el interior de la fábrica. Se disparan botes de humo y pelotas de goma indiscriminadamente. Parte de los trabajadores se hacen fuertes en los talleres. Se defienden con lo que pueden. La sirena tradicionalmente utilizada para avisar a la población en caso de algún incendio o catástrofe suena incesantemente. El pueblo entero empieza a tener constancia de la gravedad de los hechos que están ocurriendo.
Al mismo tiempo en el parque Cupido, junto a la estación de Renfe, se producen los primeros enfrentamientos entre jóvenes estudiantes de los institutos del pueblo, hijos de trabajadores de Forjas en su mayoría, y efectivos de la Guardia Civil. La crudeza de la batalla campal se extiende mas allá de la factoría. Avisados de lo que estaba ocurriendo acuden también trabajadores de la propia factoría y más vecinos. El pueblo entero se siente atacado e invadido, el clima es de auténtica de guerra, cerca de 10.000 personas se enfrentan a tres centenares de guardias civiles. La superioridad en número de los vecinos obliga a los atemorizados guardias civiles a retirarse. Algunos de los guardias llegan a hacer uso de fuego real, mientras otros blanden pañuelos blancos en señal de rendición. Estos últimos se habían metido, por desconocimiento, en una calle sin salida donde quedan atrapados.
Las fuerzas del orden son reducidas, desarmadas, conducidas a sus autobuses, e invitadas a marcharse del pueblo. Los mandos deciden abandonar la ciudad. La refriega deja un saldo de un muerto y casi un centenar de heridos entre trabajadores y guardias civiles, intoxicados por efecto de los gases y contusionados por impacto de piedras o pelotas de goma.
Finalmente, Enrique Antolín jura con normalidad su cargo en Vitoria. Toda la prensa nacional, y regional se hace eco de lo ocurrido en Reinosa. Poco a poco se empieza a normalizar la situación y el expediente de reconversión se lleva a adelante.
A un nivel ya más personal, pero también vivido en primera línea, mis recuerdos me trasladan a una etapa profesional en la que era responsable del Dpto de Planificación y Transportes. Recuerdo que el día del “secuestro” se inició con la llamada teléfónica de un directivo de la empresa a Enrique Antolín, para que viniera a despedirse antes de la toma de posesión de su nuevo cargo en el Gobierno Vasco. Le aseguraba que los ánimos se encontraban relativamente calmados y no había riesgos de que la situación se complicase. Nada más llegar a Reinosa en su coche, siempre conducía personalmente, se vió sorprendido por una avalancha de trabajadores que, tomando al asalto su oficina, iniciaron su retención. No hubo que lamentar ningún tipo de heridos pero si destrozos importantes en las puertas y mobiliario.
Pasados los primeros momentos de sorpresa, estando en la zona “noble” donde se producían los sucesos, observé que algunos directivos también habían sido retenidos en sus oficinas. Hablando con alguno de ellos, mi oficina estaba muy cerca, me comentaron que habían sufrido amenazas e insultos, aunque sin llegar a recibir ningún tipo de daño físico. Otros directivos, menos conocidos por los trabajadores, circulaban tranquilamente en medio de todo el follón organizado. La gran confusión existente permitía que cada uno fuese a su aire sin orden ni concierto.
Al cabo de unas horas, cerca ya del mediodía, el comité de empresa tomó la decisión de trasladar a Enrique Antolín, y a sus directivos, a un sitio distinto de las Oficinas Generales. El traslado se hace a pie, a través de un pasillo formado por los trabajadores en plena calle, hasta el edificio del “bunker”. La razón de este traslado venía motivada porque, previendo que la Guardia Civil no iba a tener más remedio que liberarlo por la fuerza, era conveniente llevarlo a un sitio más seguro. El edificio elegido fue el conocido por todos como el “bunker”. Un edificio aislado de grandes muros exteriores que se utilizaba normalmente para técnicas radiactivas. Se creía que allí el asalto sería más dificil. O eso se pensaba.
El resto del día transcurrió con mucha tensión. Los trabajadores comenzaron a preparar barricadas. Mientras, se esperaba que el asalto de la Guardia Civil fuese inminente. Como éste no se llegó a producir la mayoría de las personas que trabajábamos en la empresa nos dispusimos a pasar la noche en los Talleres y Oficinas. Fue muy sorprendente observar durante el día, y también por la noche, como grupos de personas paseaban por su interior. Parecía que transitaban tranquilamente por una calle cualquiera. No eran solo los propios trabajadores sino también muchos vecinos del pueblo y familiares. El riesgo de que se produjese algún accidente era grande y más al estar en una zona de talleres de producción. El desconocimiento del peligro que suponía era evidente. Después, durante la noche, que pasé en los Talleres Mecánicos, pude ver como la mayoría de las personas (propias y ajenas a la empresa) se acostaban sobre lo primero que habían podido coger y en las posturas más imaginativas posibles.
En las primeras horas de la madrugada decidí recorrer las instalaciones de Fábrica para ver su situación. Junto con un compañero de trabajo de mi Dpto, miembro importante de un sindicato, pude comprobar que casi todas estaban paradas. Solo algunos hornos se encontraban en fase de enfriamiento controlado. Parecía que las consecuencias no iban a ser muy graves. Aprovechamos para palpar el ánimo de muchas personas. Era un sentimiento mezcla de preocupación y decisión de seguir adelante. También nos acercamos a las puertas del “bunker” y conversamos con los que allí se encontraban. Nos estuvieron informando de la marcha de las conversaciones, hasta aquel momento sin resultados aparentes. Había bastante confusión.
El momento de la liberación de Enrique Antolín se produjo de una forma relativamente rápida. Fue en las primeras horas de la mañana. Vino acompañado de un ataque de los antidisturbios por todas las instalaciones. Hubo algunos heridos. Recuerdo que el caso más grave fue la pérdida de un ojo. Quiero resaltar que, mientras a Antolín le trasladaban sin dificultades a Vitoria para su toma de posesión, los directivos fueron “dejados” por la Guardia Civil en la parte de atrás del edificio del “bunker”, sin ningún tipo de miramientos. Al final se vieron obligados a saltar la tapia cercana al río Izarilla por sus propios medios, procurando ponerse a buen recaudo de la mejor forma posible. Como vulgarmente se dice, “los dejaron tirados”.
No quiero finalizar este pequeño relato sin referirme a otra situación rocambolesca, vista ahora desde la distancia. Ocurrió en un día distinto al asalto de los antidisturbios. No hay que olvidar que el conflicto se extendió durante bastante tiempo, no sólo a la empresa sino también a las propias calles de Reinosa.
Una tarde me dirigía a la Iglesia Parroquial para asistir a los oficios del Viernes Santo. Lo hice entre grandes precauciones porque era un riesgo evidente caminar por las calles en aquellas condiciones. Justo cuando llegaba a la misma entrada de la iglesia, comenzó una carga de la Guardia Civil. Nos vimos obligados a cerrar de inmediato las puertas. Fue el cura quien tomó rápidamente la decisión, viendo el cariz que estaban tomando las cosas. Acertó, porque el riesgo de sufrir un asalto no era despreciable. Nada más entrar, resonaban ya las pelotas disparadas por las tanquetas de la Guardia Civil contra la puerta de madera . No entendíamos como era posible que estuviese sucediendo un hecho semejante. Al final, cuando las cosas se empezaron a calmar un poco, salimos por una puerta trasera. Con grandes precauciones, siempre por calles laterales, llegamos a nuestro domicilio.
Podría escribir mucho más porque mis vivencias dan para ello. De momento, prefiero seguir viéndolo con una determinada distancia. Si ahora lo he hecho es por contrastar mi visión con parte de lo que se publicó en la prensa en esos días. A lo mejor, algún día me animo a dar conocer el resto. Se mezclarían situaciones más duras que las descritas con otras que se podrían describir como surrealistas.