‘La Realidad’: así tumbó el PP un medio de comunicación independiente

‘la Realidad’: así tumbó el PP un medio de comunicación independiente

Detalle de un cartel del semanario cántabro ‘la Realidad’ (2000/01), y Patxi Ibarrondo, su fundador, editor y primer y único director

 

Entrevista a Patxi Ibarrondo, fundador y director del semanario cántabro que publicó hace dos décadas el viaje a Suiza de un alto cargo del partido en Cantabria, comunidad por la que Bárcenas fue senador desde 2004 hasta 2010; dicha publicación acabó desembocando en el cierre del periódico.
 

 

El semanario cántabro ‘la Realidad’ publicó hace dos décadas el viaje a Suiza del entonces ‘número dos’ del PP de Cantabria, comunidad autónoma por la que Luis Bárcenas fue senador desde 2004 hasta 2010 a pesar de que el exgerente y extesorero del PP había nacido en Huelva, vivía en Madrid, nunca había ocupado un escaño y, al menos en apariencia, no tenía ninguna relación con Cantabria. En cualquier caso, la publicación de aquel viaje a Suiza acabó desembocando en el cierre del periódico. “‘la Realidad’ ya no es ni un mal recuerdo después de tantos años de silencio, y luego están mis circunstancias personales, que son las que son”, destaca a LA ÚLTIMA HORA Patxi Ibarrondo, enfermo de párkinson y fundador, editor y primer –y único– director del semanario. “Pero hete aquí que la actualidad política ha puesto en su lugar a ciertos ejemplares de la élite del 78 que propiciaron el cierre de ‘la Realidad’, pues, al tirar de la manta, Bárcenas ha puesto patas arriba todo el fango de la era Aznar y Rajoy y ahí estamos hasta los represaliados por esas cutre-élites que convirtieron este país en una caricatura, un barullo en el que Cantabria jugó un papel”, añade Ibarrondo.

Y es que hace veinte años ‘la Realidad’ estaba en los kioscos, pero en diciembre de 2001 se vio obligada a echar el cierre, al no poder afrontar la indemnización que el semanario fue condenado a pagar al entonces secretario general del PP de Cantabria, parlamentario autonómico y presidente del Consejo de Administración de Caja Cantabria –caja de ahorros actualmente desaparecida, tras su integración en Liberbank–, Carlos Saiz, que lo había denunciado por la publicación de dos artículos en los que abordaba un viaje suyo a Suiza. ‘la Realidad’ fue condenada en 2001 a pagar 120.000 euros a Saiz, y aunque en 2002 dicha cantidad se redujo, en apelación, a 12.000 euros, el semanario ya se había visto obligado a bajar la persiana. ‘la Realidad’ era “la única publicación de izquierdas existente en Cantabria desde finales de la II República” y su “acta de defunción” lo firmó Laura Cuevas –titular del Juzgado de Primera Instancia número 6 de Santander–, a quien “le bastaron 48 horas para ordenar la ejecución sumarial, aunque su sentencia había sido recurrida en tiempo y forma”, destaca Ibarrondo.

Una sentencia “esperpéntica” –prosigue Ibarrondo–, pues la jueza dictaminó que “desprovista de ironía, la información de ‘la Realidad’ suponía un ataque al honor de Saiz –un hombre poderoso–, menoscabándolo ante la opinión pública, porque –sigue la sentencia– en el acerbo popular se interpreta que ‘cuando un cargo político acude a Suiza, es para practicar irregularidades, lo que significa un atentado al honor de la persona con poderes públicos’”.

‘la Realidad’ salió a los kioscos en febrero de 2000, cuando en el Estado español gobernaba el PP de José María Aznar y en Cantabria gobernaban en coalición el PP de Cantabria y el Partido Regionalista de Cantabria de Miguel Ángel Revilla. “En cuanto el poder del PP y el PRC se vio reflejado en las primeras portadas de ‘la Realidad’, ambos decidieron emprender una guerra sin cuartel”, destaca Ibarrondo, que tampoco olvida que “la ‘progresía’ nunca apoyó con decisión al semanario, pues algunos ‘progres’ quisieron utilizarlo para sus propios fines panfletarios y cuando se percataron de la imposibilidad de hacerlo, lo dejaron a un lado”. En cualquier caso, el acoso judicial y político a ‘la Realidad’ hizo imposible su supervivencia, demostrando que “se puede fulminar de un plumazo el periodismo molesto” y que en Cantabria para hacerlo “basta con apellidarse Botín o pertenecer a sus círculos políticos de la corte regionalista, que siguen perpetuándose en el poder desde 1978”.

¿Quiénes incluyeron a Bárcenas –que nunca se había ostentado cargos de representación– en las listas del PP al Senado por la circunscripción de Cantabria en las generales de 2004? “Sus padrinos eran el entonces todopoderoso Francisco Álvarez-Cascos y el entonces presidente del PP de Cantabria, Gonzalo Piñeiro, a cuyas órdenes estaba Carlos Saiz, ‘número dos’ del PP de Cantabria y factótum del partido”, apunta el director de ‘la Realidad’. “En aquel momento el que mangoneaba la política cántabra era el tándem Piñeiro/Cascos –esa era la ‘regeneración’ tras desembarazarse de Juan Hormaechea–, pero cabe remarcar que Bárcenas salió senador cunero en las listas que ‘encabezaba’ Piñeiro y que sacó más votos que su mentor”, destaca.

“Con los tribunales pisándole los talones, Bárcenas se vio obligado a abandonar el escaño y ahora tira de la manta y acusa al PP de Aznar y de Rajoy de corrupción generalizada –concretamente, de financiar el partido mediante una caja B en la que entraban las mordidas de los promotores de obras públicas–, unas acusaciones que ya fueron publicadas por ‘la Realidad’ y eso le costó la vida al semanario después de una persecución a muerte que entronca con los asuntos judiciales que curiosamente hoy pueblan las portadas y los telediarios de la prensa estatal”, añade.

El cierre de ‘la Realidad’ supuso el desempleo para sus treinta trabajadores, que de la noche a la mañana se vieron en la calle. Entre sus colaboradores asiduos había periodistas y escritores de la talla de Ignacio Ramonet –entonces director de ‘Le Monde diplomatique’– o Ramón Chao. Además, Laura Cuevas ordenóy así se hizo desde 2004 hasta 2007– que cada mes se retirara un 12% de la pensión por invalidez absoluta de Ibarrondo, enfermo de párkinson.

Poco más de dos décadas después de la puesta en marcha de ‘la Realidad’ y poco menos de dos décadas después de su cierre, Ibarrondo habla con LÚH del desaparecido semanario, de política y de periodismo.

 

‘la Realidad’ salió a los kioscos en febrero de 2000, cuando en el Estado español gobernaba el PP de Aznar y en Cantabria gobernaban en coalición el PP de Cantabria y el PRC de Revilla. ¿Cómo y por qué pusisteis en marcha el semanario?

Después de una larga trayectoria profesional en medios escritos estatales, pensé que era necesario un periodismo a ras de tierra y comprometido con la realidad de Cantabria a fondo. Un periodismo de investigación que abordara los sucios asuntos que no interesaban o no podía abarcar a fondo la prensa estatal. Un periodismo que reflejara con suficiente profundidad los temas de corrupción que se producían de manera cotidiana y descarnada en Cantabria, donde básicamente los mayores ‘affaires’ tenían y tienen que ver con el ‘boom’ del ladrillo y los planes de urbanismo en toda la costa, o sea con la degradación del patrimonio paisajístico mediante el tráfico de licencias de construcción.

Digamos que fuisteis directamente al grano…

Al denunciar los tejemanejes financieros de la clase política en Caja Cantabria, ‘la Realidad’ frustró no pocos proyectos urbanísticos millonarios que dependían del silencio y la discreción administrativa. Eso generó una inquina sin precedentes.

Una inquina hacia ‘la Realidad’ pero también hacia ti.

Sí, yo había sido perseguido por líderes y cargos del PP por publicar desde hacía años esa delincuencia organizada. La persecución era, pues, ‘ad hominem’. Antes de fundar ‘la Realidad’, yo había publicado en la revista ‘Cambio16’ una serie de reportajes sobre las irregularidades en la entidad pública Caja Cantabria –hoy, Liberbank–, cuyo presidente era Carlos Saiz, secretario general del PP de Cantabria y factótum del partido, a las órdenes del presidente, Gonzalo Piñeiro.

¿Qué tipo de reportajes?

Entre los más llamativos estaba uno que hizo mucho ruido en el Congreso de los Diputados: el del piso de Margarita Mariscal de Gante [ministra de Justicia del Gobierno del PP de José María Aznar desde 1996 hasta 2000]. Ante una pregunta del Grupo Socialista sobre la operación de venderle un piso de 300 metros cuadrados con garaje y trastero poco menos que regalado y financiado ventajosamente, la exministra se limitó a responder que todo había sido legal, pero no enseñó los papeles. En el reportaje se contaba cómo Caja Cantabria ‘vendió’ por la simbólica cantidad de 180.000 euros una vivienda de más de 300 metros cuadrados, garaje y trastero en el madrileño barrio de Cibeles. Y que la beneficiaria era Margarita Mariscal de Gante, ministra de Justicia en el primer Gobierno de Aznar. El piso se vendió con financiación de la propia caja de ahorros con crédito preferente Míbor [Madrid InterBank Offered Rate].

El asunto, pues, era cargarse el periódico para dejar sin herramientas a su director, periodista que, antes de ‘la Realidad’, llevaba años denunciando en diversos medios de ámbito estatal la corrupción existente en Cantabria.

Lo lograron.

Sí, la táctica les dio resultado. Como se suele decir, “muerto el perro, se acabó la rabia”. La cosa estaba clara: las fuerzas vivas constataron que ni ‘la Realidad’ ni su director cedían en su combate a la corrupción. Por lo tanto, el camino a seguir era lograr una condena judicial, verdadera o inventada pero definitiva. En diciembre de 2001 al fin lo consiguieron, al no poder afrontar el semanario la descomunal indemnización a la que fue condenado por la jueza Laura Cuevas a favor de Carlos Saiz, factótum, secretario general del PP de Cantabria, parlamentario autonómico y presidente del Consejo de Administración de Caja Cantabria.

Esa “descomunal” indemnización fue de 120.000 euros, una cifra sin precedentes en el Estado español para ese tipo de casos.

Efectivamente. No bastó con el embargo de bienes y la consiguiente desaparición de ‘la Realidad’ por la publicación de sendos artículos en los que se abordaba un viaje relámpago a Suiza; ‘la Realidad’ fue condenada judicialmente a pagar la cifra récord de 120.000 euros a Saiz como garantía de su “honor”. Dicha cantidad se redujo, en apelación, a 12.000 euros, pero demasiado tarde, porque el semanario ya se había visto obligado a echar el cierre. Por orden expresa de ejecución de la jueza Laura Cuevas, los oficiales judiciales embargaron hasta la cabecera y los muebles de la Redacción en el plazo de 24 horas. Por tanto, la indefensión absoluta. No podía salir a defenderse en los kioscos, era misión imposible. Tenía que trabajar las 40 páginas semanales del periódico y, al mismo tiempo, responder a los ataques de consejeros, alcaldes, concejales y cargos públicos del PP en general.

Entonces denunciaste que el acoso judicial a ‘la Realidad’ en general y a ti, como director, en particular tenía como principal objetivo que revelaras tus fuentes…

Personalmente, recibí muchas presiones judiciales. Yo tenía un topo dentro de la Ejecutiva del PP de Cantabria presidida por Gonzalo Piñeiro y necesitaban saber quién era el ‘traidor’. Les hacía mucho daño la sección ‘Tinta Confidencial’, donde se contaban cosas como ese famoso viaje de un alto cargo a Suiza.

¿Cómo definirías el panorama mediático del Estado español en general y de Cantabria en particular en aquel tiempo, hace ya veinte años?

Es una prensa que suele actuar en connivencia con el poder establecido y propiciando la ‘verdad oficial’ para pastorear la opinión pública en función de los intereses de la clase dirigente. Como te digo, yo había colaborado con diversas publicaciones de ámbito estatal. En el mejor de los casos, se daba trato preferente hacia el tema político de la Transición, pero por debajo se tejían intereses económicos a los que apenas se hacía mención o no lo suficiente. Feudos del PP como Cantabria tenían a su disposición un territorio virgen para convertir un paraíso natural en un páramo de hormigón, como así ha sido.

Recuerdo que en aquel tiempo ya denunciabais que la llamada ‘globalización’ estaba provocando una concentración acelerada en grandes grupos mediáticos y que los medios de comunicación más influyentes estaban cada vez en menos y más poderosas manos, lo que los convertía en importantes mecanismos de poder.

El propio nacimiento de ‘la Realidad’, dentro de su modesta influencia, era una llamada de atención ante lo que se produjo finalmente. Resulta muy preocupante que los grandes medios de comunicación de papel estén en manos de la banca y de los conglomerados de poder fáctico, con lo que supone de erradicación de la libertad de expresión. La financiación de un periódico estatal requiere un desmesurado coste. Los gastos de mantenimiento son muy grandes. Eso significa control. De ahí que vayan lastrados: se rinden a quienes los financian y terminan perdiendo la confianza de los lectores.

Frente a todo eso, ‘la Realidad’ surgió pueblo a pueblo, barrio a barrio, cocina a cocina, taberna a taberna; intentasteis implicar en el proyecto a las clases populares y a los movimientos sociales de Cantabria que creían en la necesidad de un medio así.

En definitiva, se puede decir que nos inventamos nuestro propio sistema de donativos de persona a persona, antes de que existiera el concepto ‘crowdfunding’. La ventaja, de entrada, es que Cantabria es un territorio pequeño, por lo que ofrecía mayor proximidad. Ese fue el motor de la publicación.

Pero pronto os encontrasteis con todo tipo de barreras disuasorias e incluso con proposiciones digamos irregulares…

Sí, cuando era inminente la salida del periódico, se me acercó un elemento que decía actuar en nombre de gente con poder en Cantabria. En concreto, ofrecía un cheque en blanco para que ‘la Realidad’ no saliera a la calle.

Pero salió a la calle, y la ofensiva judicial empezó muy pronto.

La ofensiva más contundente se concretó por la vía judicial a las tres semanas de la salida de ‘la Realidad’ a los kioscos. Inmediatamente nos fueron llegando tres querellas penales y cinco demandas civiles –cada una de ellas nos pedía una indemnización de 30 millones de las antiguas pesetas– interpuestas por políticos que gobernaban la comunidad autónoma o sus municipios: el propio Saiz, Miguel Ángel Revilla [entonces secretario general del PRC, cargo que sigue ostentando actualmente, y vicepresidente autonómico y consejero de Obras Públicas], Francisco Rodríguez Argüeso [entonces portavoz del PP en el Parlamento de Cantabria y presidente de la Obra Social de Caja Cantabria], Federico Santamaría [entonces consejero de Economía y Hacienda] y los entonces alcaldes de Arnuero, Argoños, Astillero y Comillas.

Solías insistir en que en Cantabria –o Calabria, como solías llamarla irónicamente– esos políticos no eran más que la base de una pirámide en cuya cúspide estaba el entonces presidente del Banco Santander, Emilio Botín –padre de la actual presidenta del banco, Ana Botín–, que entonces era el banquero más poderoso del Estado español.

Pues lo sigo sosteniendo. El Banco Santander es lo peor que puede sucederle a un minúscula autonomía como Cantabria. El banco hace y deshace y controla como si, en lugar de ser una comunidad autónoma, fuera su dehesa particular. Y todo sigue igual, con el presidente Revilla bajando la cabeza y diciendo amén al banco, sumiendo a Cantabria en la inmovilidad y el ostracismo. Un ejemplo claro ha sido el Centro Botín, ilegalmente situado en plena bahía de Santander. De nada sirvieron las protestas ciudadanas. El Centro Botín era un capricho faraónico del fenecido amo Emilio Botín; ahora está vacío de contenidos. El presidente autonómico es un exabrupto político en sí mismo. A raíz de las últimas elecciones generales, a Revilla le salió la vena falangista y amenazó con dedo admonitorio a Pedro Sánchez con “la ira de los cántabros”. Fue un error manifiesto. Revilla sostenía la tesis integrista frente el avance de los nacionalismos. Se pronunció contra el candidato socialista Sánchez si este “se atrevía a romper España” y negándole el voto para la investidura, después de habérselo prometido con toda solemnidad y palabra de honor incluida. Ese tremendo error político le está costando muy caro a Cantabria. Hay gestos y decisiones en política que son imperdonables. Como consecuencia, la respuesta es que el ninguneo por parte de Madrid está servido. La comunidad autónoma tiene carencias básicas en infraestructuras, pero está sumida en una parálisis.

La sentencia que condenó a ‘la Realidad’ a indemnizar a Carlos Saiz –sentencia que no era firme– fue ejecutada ‘provisionalmente’ en diciembre de 2001, sobre la base de la nueva Ley de Enjuiciamiento Civil que el PP de Aznar –que contaba con la mayoría absoluta del Congreso– había aprobado en enero. Esa ley permitía utilizar esa fórmula jurídica de la ejecución ‘provisional’ para provocar la asfixia financiera y, en definitiva, el cierre de medios de comunicación incómodos para el poder. En distintos puntos de Cantabria hubo muestras de solidaridad, protestas y movilizaciones, aunque no sirvieron para evitar el cierre de ‘la Realidad’. Aun así, ¿crees que sirvieron para algo?

No, nada. Después del ruido de cortar el tráfico en Santander y de otras protestas a favor de la libertad de expresión y contra el cierre, nada alteró la vida bucólica de la sociedad cántabra.

El cierre de ‘la Realidad’ es menos conocido que el de ‘Egin’, ‘Euskaldunon Egunkaria’, ‘Ardi Beltza’ o ‘Kale Gorria’, pero ¿crees que en el fondo se enmarca en el mismo tipo de ataque a la libertad de expresión?

Es lo mismo, aunque cambien las cabeceras represaliadas. Es la necesidad del poder de neutralizar los medios críticos que no acatan las reglas de juego oficial promulgadas desde arriba para que los de abajo las obedezcan sin rechistar.

¿Qué ha cambiado y qué sigue igual dos décadas después?

Cambian los modelos de coche en las calles, pero en el fondo no se perciben cambios de ámbito sociopolítico. El ‘crack’ político sigue siendo un Revilla inoperante que sigue la estela de aquel esperpéntico Juan Hormaechea, hoy olvidado. La izquierda en Cantabria es algo poco menos que inexistente. O por lo menos de escasa presencia pública.

¿Cómo ves el actual panorama mediático?

Desde que la ultraderecha ha emergido de sus cavernas, predominan el panfletismo y el libelo digital y sobre todo los bulos intoxicadores a través de Internet. Cuando pierden comba y hacen el ridículo en el Parlamento, lanzan a sus lebreles violentos a las calles para desestabilizar.

¿Y el futuro cómo lo ves?

En mi opinión, el futuro es algo que a lo que hay que hacer frente cada día. El futuro no existe, hay que labrarlo cada día. Y no nos vendrían nada mal unas dosis de humildad después del zasca que nos ha propinado el COVID-19 que nos asola. El coronavirus y esta pandemia deberían ser el paso a un nuevo paradigma de todos, donde se abandonen la competición desaforada y la búsqueda del triunfo individual del todos contra todos. Propondría un mundo donde predomine la ayuda mutua y no las personas desechables migratorias con que se nutre el fracasado capitalismo global en su ciego viaje hacia el colapso.

¿Se nos ha quedado en el tintero alguna cosa que quieras añadir?

Sí, un deseo de Salud y República para España, pese a los actuales vientos monárquicos dominantes en el país. Sin Borbones, buena parte de los problemas políticos del país se disiparían con un poco de trabajo político, pero está claro que determinadas élites nos obligan a cargar eternamente con esa maldita piedra de Sísifo que es la monarquía.

Por

Javier Lezaola.

9 de febrero de 2021 23:00

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