Entrevista a Sergio García sobre Metropolice «Seguridad y policía en la ciudad neoliberal»
ENTREVISTA A SERGIO GARCÍA SOBRE METROPOLICE “SEGURIDAD Y POLICÍA EN LA CIUDAD NEOLIBERAL”
1. La primera pregunta es para ponernos en contexto. ¿Qué es Metropolice?¿Por qué tantos autores os ponéis de acuerdo para escribir Metropolice? ¿Cuáles son los motivos que os empujan a escribir este trabajo?
Llamamos Metropolice a los espacios urbanos donde se produce una apuesta por el afrontamiento policial de problemas sociales de distinta índole. Esta apuesta por la policialización deriva de otra de mayor envergadura aún, la neoliberal, que no es sino la producción de desigualdad y competencia como modos ideales de organización social.
Quienes escribimos este librito procedemos de diversos mundos académicos -Antropología, Sociología, Derecho, Trabajo Social- y militantes -luchas migrantes, contra las redadas racistas, contra los CIEs, por la sanidad universal, redes barriales-. En los últimos años hemos ido coincidiendo en distintos encuentros y formando, junto con otras personas, un cuerpo teórico crítico sobre lo policial y lo penal a partir de diversas investigaciones (sobre la crimigración, la burorrepresión, la gestión de fronteras, la tortura, las policías de proximidad, la intervención social…).
Metropolice nace de un intento de poner la mirada sobre la Policía como institución que cada vez tiene un mayor margen de gobierno sobre el espacio urbano. Hablamos de la policía que interviene en los espacios y tiempos cotidianos, no tanto de la que se ocupa de la represión y gestión de la protesta. Aunque el libro empezó a pergeñarse con la idea de producir discurso de cara a las elecciones municipales de 2019 -a partir de la lectura crítica que hacíamos de la gestión securitaria de los 4 años de los ayuntamientos del cambio, entre 2015 y 2019-, el retraso en la escritura posibilitó enganchar con un acontecimiento de enorme inspiración para nosotrxs: el #DefundThePolice (Dejar de financiar a la policía) que nace en primavera de 2020 en Estados Unidos tras la muerte de George Floyd asfixiado por un agente de Policía.
Aunque ya veníamos trabajando algunxs de lxs autorxs sobre la despolicialización de problemas sociales y de convivencia, #DefundThePolice era la ola que necesitábamos para empezar a hablar claramente, y a partir de propuestas bien sencillas, de la sustitución de la Policía en buena parte de lo social.
Concentración en solidaridad con las personas que fueron represaliadas en el caso "Preguntarnoesdelito"
2. De vuestro trabajo podemos deducir que la existencia de la policía y su legitimidad social asociada, sólo puede existir gracias a una cultura securitaria cuyo contenido lleva décadas de neoliberalización y cuyo relato es cómodo, tanto para liberales como para la extrema derecha. ¿Qué papel ha jugado la izquierda en todo este proceso de gestión de las inseguridades?
La policialización y securitización es hija del neoliberalismo. Aparte de un proceso económico de concentración de la riqueza, el neoliberalismo es una forma de producir sociedad, cultura y subjetividad. La colocación de la seguridad en el centro de las preocupaciones entre las clases populares, desplazando a la desigualdad, debe leerse como el resultado de la pérdida de horizontes basados en la solidaridad social y comunitaria de los que estaban preñadas las ideologías y movimientos emancipatorios hasta la década de 1970.
La promesa liberadora del individualismo consumista venía preñada de un aumento de la precariedad -no solo material, sino subjetiva, entendida como miedo al futuro-. La seguridad emerge como un valor y una actitud cuando el futuro es incierto, y este cambio cultural conecta con la situación conflictiva que se experimenta en las calles con la crisis de heroína y de pequeña delincuencia en la que se ven envueltos muchos barrios en los años 80 y 90.
En ese contexto, las instituciones públicas ofrecen una solución simple y expresiva: más Policía. Se trata de una respuesta relativamente barata (no requiere tanta inversión como las políticas sociales) y, sin embargo, eficaz en términos de visibilidad. Para los partidos de corte socialdemócrata que comienzan a entrar en crisis a finales de la década de 1990, la demanda de seguridad, vinculada a la derechización de la sociedad y de la política, se convierte en un nuevo campo a explorar en las batallas electorales que se libran en distintos países europeos. Así es cómo el Partido Laborista en Reino Unido, el Partido Socialista francés o el PSOE en España incorporan en sus programas y discursos la seguridad ciudadana -traducida en más policías y endurecimiento penal-, apelando a que “la seguridad no es ni de izquierdas ni de derechas” y a la inclusión de dicha seguridad en el repertorio de los derechos sociales (sanidad, educación, servicios sociales…).
Esta incorporación de la seguridad a los discursos de la izquierda institucional también tiene su traducción en España en la naturalización de la Policía como solución a los problemas sociales que experimentan los barrios. El movimiento vecinal, que desde los 80 ya reclamaba policías de barrio próximas, dialogantes y democráticas, asimiló la demanda de seguridad ante el empuje mediático y popular y por el temor a que, si no se encargaban las asociaciones vecinales, fueran otros actores más reaccionarios quienes se apropiasen de los malestares en los barrios.
El problema es que esta incorporación de la seguridad a la agenda del movimiento vecinal se ha hecho de manera acritica, excluyente y reproduciendo los esquemas de un racismo cultural que estructura el campo moral de los territorios. En la última década, con tasas de delincuencia en caída y sin problemas de terrorismo, unas instituciones policiales vaciadas de contenido han buscado expandir su campo de intervención, encontrando en estas demandas vecinales y por parte de profesionales del “brazo izquierdo” del Estado (educación, servicios sociales) un nicho de intervención.
Graffiti frente a los juzgados de la Calle alta - Santander -
3. ¿ Cuáles son las prácticas del marketing policial que hoy en día operan en nuestras sociedades para construir un relato basado en la protección ciudadana y no en su naturaleza histórica?
La Policía, como bien decís, es una institución que nace en el S. XIX y se mantiene en aras del orden (social, racial…) desigual. Esta cuestión tan simple es la que se olvida a menudo cuando hablamos de lo policial. Y este olvido tiene que ver con una transformación simbólica de la Policía.
Entre los movimientos que se producen en la corriente transformadora del Estado basada en la nueva gestión pública, está el cambio de la imagen de las instituciones. La Policía, siendo uno de los elementos del Estado que más difícil tenía esta renovación hasta la década de 1990, dado su carácter represivo, violento, corrupto e ineficaz -y de una manera especial en España, donde la asociación política con el franquismo aún era recordada-, hoy se sitúa, junto al ejército, en los puestos más elevados de valoración ciudadana de las instituciones públicas (por encima incluso de los aplaudidos sanitarios durante la pandemia).
Esta buena imagen es el resultado de una política comunicativa eficaz por parte de las fuerzas de seguridad. La capacidad de generar agenda mediática -las policías son la fuente de informaciones diversas y jugosas para las empresas del mercado de los media-, el ablandamiento de su imagen pública (portavocías femeninas), la hiperproducción de películas, series y reality shows protagonizados por policías, la presencia en redes sociales, los programas de educación que permiten a los policías ir a colegios, institutos o centros de mayores, la ampliación de su trabajo a la mediación, la ayuda humanitaria y otras tareas amables, y la participación ciudadana que abre espacios de co-gestión de la seguridad en los territorios (reuniones con asociaciones vecinales, de comerciantes…), son algunos de los movimientos que se han producido para conformar una mayor legitimidad de la institución policial.
4. ¿Por qué decis que democratizar la policía es un mito?
Es un mito porque no hay ni una sola experiencia histórica que nos permita afirmar que la Policía ha servido para redistribuir capitales de arriba abajo capitales. Lo máximo que ha podido conseguir en algunos contextos concretos es frenar las pulsiones fascistoides de algunas poblaciones contra otras más vulnerabilizadas (racializadas…), canalizando ese odio hacia el monopolio de la violencia física que ostenta el Estado-Policía, pero se trata de una mera contención de la violencia horizontal para reforzar el propio poder policial.
Más bien, la Policía suele intervenir de parte, o bien del propio Estado, o bien de los ciudadanos con mayores capitales, aplicando buena parte de sus intervenciones de control, vigilancia, detención… sobre las poblaciones empobrecidas y racializadas. Su mirada diferencial, propia de una cultura policial corporativista, patriarcal, colonialista y clasista, selecciona los cuerpos susceptibles de ser escrutados, parados en un control, interpelados (aquellos cuerpos entre los que sería más probable encontrar a los que en el argot policial entran dentro de la categoría “malos”), de aquellos otros ciudadanos respetables.
Si esto ocurre hasta en los espacios más abiertos de “participación ciudadana”, como los dispositivos de policía comunitaria, donde los sujetos de un territorio que detentan un máyor poder local son los que cuentan con el privilegio de contar con la escucha y el favor de la Policía frente a los sujetos que se colocan en el centro de la diana (jóvenes racializados…), que nunca cuentan con esa escucha y favor, sobra apuntar que en los dispositivos más duros (como la Unidad de Prevención y Reacción de la Policía Nacional), aquellos destinados a expresar simbólicamente la contundencia del Estado frente al crimen, es donde esa mirada diferencial se aplica de manera más clara y con unos efectos más nocivos, consiguiendo restaurar el orden social que se ha interpretado como vulnerado y consagrando y fijando en las posiciones de partida a las personas en función de su grado de ciudadanía (asociado a sus capitales).
Una institución verdaderamente democrática comenzaría por reconocer, combatir y reparar la multitud de violencias y discriminaciones que ejerce ella misma en forma de letalidad policial, agresiones bajo custodia, controles racistas…
6. ¿Qué prácticas podéis señalarnos que ejemplifiquen la adopción policial de herramientas hasta ahora destinadas a la mediación, la intervención y/o la educación social?
Desde los años 80 se han venido ensayando una serie de respuestas preventivas en algunas instituciones de Policía que tratan de escapar de la mera reactividad. Entre las formas que adopta, encontramos la prevención ambiental, que consiste en el diseño de determinados espacios urbanos de tal manera que los sujetos no deseados -no necesariamente delincuentes, sino personas sin hogar, adolescentes…- “decidan” por sí mismos no permanecer en ellos ante la incomodidad o la vigilancia a la que van a ser sometidos.
Pero una metodología preventiva que nos llama poderosamente la atención es la de la policía comunitaria y todas las técnicas que permiten a los policías adentrarse en la gestión de cuestiones sociales y convivenciales que anteriormente gestionaban las propias comunidades vecinales u otros profesionales (trabajadoras sociales, mediadoras, educadoras…).
Aunque es en el mundo anglosajón donde mayor desarrollo han tenido estas metodologías, en España Madrid ha sido pionera desde 2003 en la implantación de los agentes tutores que intervienen en entornos escolares y se coordinan permanentemente con servicios sociales. Otra figura, la de los agentes mediadores, ha tratado de acaparar la gestión de conflictos vecinales. Además, tendríamos que pensar en el rol “educativo” de la Policía con sus miles de charlas escolares sobre temáticas diversas (seguridad vial, bullying, violencia de género…). Otro rol que ha venido ensayando es el de dinamizador comunitario, a través de los consejos de seguridad locales y el contacto con comunidades “étnicas”.
Esta expansión de la Policía, lleva a cabo una intervención (sobre lo) social que adopta lenguajes y estéticas propias de las profesiones sociales, pero que funciona bajo las mismas lógicas policiales propias del mandato que recibe la institución: la recopilación de información (“inteligencia”) y la legitimación en el territorio en aras a su pacificación son los dos objetivos de este tipo de incursiones.
El resultado es un aumento del poder de la Policía.
7. Desde vuestro trabajo planteais que para solucionar realidades tan duras como que en EEUU más de mil personas mueran a manos de la policía cada año, la policía no es reformable, por lo que planteais la abolición de la institución policial como tal. ¿Cómo trasladar esta cuestión fuera del marco académico? Cómo aterrizar este planteamiento de esta envergadura en la vida cotidiana de cada barrio como propuesta colectiva más allá del identitarismo politico y vivencial del rechazo a la policia?
Aunque ya veníamos sugiriéndolo, el programa #DefundThePolice sitúa claramente el diagnóstico y plantea una serie de propuestas pragmáticas completamente realizables con voluntad política y empuje social. El mensaje es sencillo y a la vez profundo: quitemos recursos económicos y competencias a la Policía y reinvirtamos esa enorme cantidad de dinero en politicas sociales y comunitarias en las zonas más vulneradas.
No obstante, como con cualquier lema, hay que ser muy cautelosos a la hora de extrapolarlo a contextos distintos al de su surgimiento. #DefundThePolice es una demanda que hay que circunscribir a la experiencia historica de los afrodescendientes. La Policía surge allí para capturar y matar esclavos fugados en el siglo XIX, se profesionaliza en medio de las leyes segregacionistas a comienzos del XX, se dedica a mantener los guetos separados del resto de la ciudad durante la segunda mitad del XX, y se despliega de manera espectacular para hacer la guerra a las drogas, que en la práctica es hacer la guerra a los negros pobres, desde la década de 1970.
Eso tiene difícil traslación aquí: bebemos de otra historia, la de una Policía para obreros y pobres, y con menor letalidad. Aunque la experiencia de las fronteras externas se asemeja a Estados Unidos, en cuanto a la violencia que se emplea sobre los cuerpos migrantes, y en las periferias urbanas y en las fronteras interiores observamos el despliegue de una seguridad diferencial de ordenamiento y clasificación de cuerpos, una demanda como #DefundThePolice solo puede emerger de esas mismas poblaciones machacadas, las cuales, socializadas en un ideal cultural de igualdad y libertad, experimentan cotidianamente la violencia institucional y policial, tanto física como simbólica.
Sin embargo, creo que es importante visibilizar las propuestas despolicializadoras que proceden de entornos urbanos de Estados Unidos, explorar sus posibilidades e investigar prácticas prefigurativas de gestión no policial de conflictos aquí y ahora, y por todo tipo de sujetos (por ejemplo, quienes denunciamos la policialización en nuestro libro, no nos consideramos un objetivo especial de la Policía).
Se trata de trabajar en la desnaturalización de la necesidad de Policía para todo y si tenemos un repertorio de alternativas reales o potenciales (a explorar), será más fácil ponerlas encima de la mesa en momentos de intensificación del conflicto y aceleración social (por ejemplo, en futuros episodios de racismo y violencia policial).
Tanto a nivel institucional como autónomo, a nivel social como comunitario, a nivel profesional como militante, tenemos en las experiencias de extensión de derechos sociales, de organización comunitaria, de prevención, mediación y desescalada de conflictos, de justicia comunitaria y transformativa…, un valiosísimo repertorio de alternativas a la Policía.
Pero es necesario que tanto colectivos sociales y comunitarios como profesionales de lo social se apropien de este repertorio y comiencen a producir prácticas concretas, o a visibilizar las que ya llevan a cabo, de abordaje de problemas y conflictos al margen de la policía y de una mirada punitiva y de control.
Versión completa de la entrevista del boletín Briega en papel nº33 de Julio 2022.