La vivienda colaborativa en cesión de uso

La vivienda colaborativa en cesión de uso

La vivienda es un tema que solemos abordar frecuentemente en Briega. En el artículo que sigue nos centramos de nuevo en la cuestión, pero esta vez queremos estudiar una posible alternativa de acceso a la vivienda que va más allá del tradicional modelo de alquiler o compra. Se trata del modelo de la vivienda colaborativa en cesión de uso. Y para ello, nos apoyamos en el aprendizaje que sacamos de la presentación del libro “Palabras en el patio”, que tuvo lugar el pasado mes de julio en Santander, a cargo de dos de sus autoras, que a su vez son impulsoras de la cooperativa de vivienda en cesión de uso “Entrepatios”, ubicada en Madrid.

Con este sueldo de mierda apenas me da para pagar el alquiler”. “Todavía vivo en casa de mis padres”. “El banco no me concede la hipoteca”. “Me han echado del curro y a este paso me echan de casa”. Estas frases reflejan una realidad que seguramente sea familiar para muchas de las personas que nos lean. Pero, ¿qué pasa cuando esos problemas dejan de individualizarse y tratan de resolverse en colectivo? Fue lo que hicieron las personas que forman parte de “Entrepatios”, que, tras una década de esfuerzos, se han mudado recientemente al primer edificio promovido por su cooperativa, situado en el centro de Madrid.

¿En qué consiste la cesión de uso? La principal característica es que la propiedad es colectiva, por lo que las personas socias de la cooperativa en ningún momento son propietarias de la casa en la que viven, sino que son, por así decirlo, usuarias. Esto implica, por ejemplo, que la casa no se puede dejar en herencia, o ser vendida o alquilada. En general, cuando una persona integra una cooperativa de tales características, debe aportar una cuantía monetaria inicial, y además, pagar una cuota mensual de uso. ¿Pagar toda la vida
por una casa que nunca será mía? ¡Pues vaya plan! Así de primeras esto es algo que suele generar rechazo, tal como nos comentaron las ponentes de la charla. Pero la otra cara de la moneda es que, aunque la persona socia no sea propietaria, sí que obtiene ciertas ventajas como si lo fuera. Esto es, por ejemplo, que no puede ser expulsada de su casa, como ocurre cuando se te acaba el contrato de alquiler, o cuando te quedas en paro y no puedes seguir pagando la hipoteca. En general, en una cooperativa, en caso de dificultades económicas, una persona puede contar con la solidaridad de sus compañeras para no tener
que abandonar su vivienda.

Cabe señalar, por otro lado, que es habitual que las cooperativistas se impliquen en el proceso de construcción de su vivienda (autopromoción y autoconstrucción), lo cual se traduce en un ahorro considerable del coste de la vivienda. En el caso de “Entrepatios”, acordaron no tener que pagar más de 10€ por metro cuadrado. Claro que, para llegar a ello, hace falta una implicación de las personas socias de la cooperativa, que se traduce en muchas horas de reuniones, negociaciones (con la administración y entidades financieras), aprendizajes, toma de decisiones colectivas... un proceso largo y complejo que se
puede prolongar durante años.

Unos esfuerzos que tuvieron que hacer las personas integrantes de “Entrepatios”, pero que les permitieron consolidar bien las bases de su proyecto. Tres pilares se destacaron en la charla: En primer lugar, el pilar ecológico, que se ha reflejado en los materiales escogidos para la construcción del edificio, realizado principalmente de madera, así como en el autoconsumo, el reciclaje de agua y la eficiencia energética. En segundo lugar, el pilar social, que implica que la cooperativa está implicada en la vida del barrio, a través
de un local y un grupo de consumo abierto a los vecinos, y que también se refleja a nivel
intracomunitario, con la habilitación de espacios comunes en los que reunirse y convivir, así como un cuarto de lavadoras común. Y en tercer lugar, el pilar económico, en el que se integra la condición de cesión de uso, el precio asequible de la vivienda (en comparación con los precios de mercado), y la financiación a través de la banca ética.

 

Pero más allá de estos grandes principios, creemos que la magia de “Entrepatios” reside, según lo que nos transmitieron sus integrantes, en la convivencia en el día a día, en las relaciones próximas de amistad y la vez de vecindad, en los niños y las niñas jugando juntos por todo el edificio, en los cuidados, en la solidaridad económica entre las personas socias, en el apoyo mutuo llevado a la práctica... Suena apetecible, ¿verdad?

Cabe preguntarse sin embargo, si las cooperativas en cesión de uso son una posible salida al problema sistémico de la vivienda. Una crítica que se puede hacer es que no deja de ser, a día de hoy, un movimiento anecdótico; además, las cooperativas existentes en el Estado son como islotes aislados en medio de un mar inmobiliario caracterizado por sus burbujas de precios. Esto hace que sea un modelo bastante exclusivo, orientado más hacia un perfil de persona tipo “activista social” o a unas clases medias con formación, conocimientos y recursos que les facilitan meterse en tales aventuras. Y excluye, por tanto, a gran parte de las personas más necesitadas de vivienda digna y asequible. Una segunda crítica, más ideológica, es que el cooperativismo de vivienda está integrado en el sistema, a nivel legislativo, de pago de impuestos, normativas urbanas, etc., lo que choca con la idea clásica revolucionaria de ruptura, y hace que nos preguntemos si este modelo no es realidad un parche más que una solución real.

Ambas críticas pueden ser, sin embargo, matizadas. Habrá quien diga que la okupación de viviendas y edificios es una respuesta revolucionaria real y que hay que dejarse de medias tintas. Que si el banco te acaba de echar de casa, “pegar la patada a la puerta” te soluciona el problema al día siguiente. Y básicamente es a lo que tiene que recurrir mucha gente en estos momentos. Pero cuando la ocupación de viviendas se queda en una mera solución individual a problemas urgentes de vivienda, no causa una gran brecha en el sistema. Solo cuando la okupación se convierte en movimiento político, masivo y organizado, es cuando empieza a ser opción real de ruptura. En esa línea, los primeros pasos han sido dados por organizaciones como la Federación Anarquista de Gran Canaria o las plataformas contra los
desahucios en ciudades como Madrid o Barcelona.

Pero, ¿qué pasa cuando trasladamos esa diferencia de escala al movimiento cooperativista? Una respuesta la tenemos en el ejemplo de Uruguay, un país que cayó en una fuerte crisis económica en los años sesenta y que vio florecer entonces un fuerte movimiento organizado de lucha por la vivienda. Unos esfuerzos que llevaron a la aprobación de una ley de vivienda en 1968 que daba cabida a las “cooperativas de vivienda por ayuda mutua” como alternativa al libre mercado, y que permitió a amplias capas de la población construirse sus propias casas sin la participación de intermediarios y accediendo a financiación pública. Este movimiento social se masificó tanto que pudo resistir a los embistes de la dictadura y sigue
vivo en la actualidad, con casi un tercio de la población viviendo en casas de propiedad colectiva.

Podemos concluir así, que okupación y cooperativismo son dos vías de acceso a la vivienda alternativa que no son excluyentes ni opuestas. Ninguna de las dos adquiere realmente una dimensión de ruptura con el sistema hasta que se masifica y se convierte en movimiento social. Por desgracia, todavía no hemos llegado a ese punto. Creemos, a pesar de ello, que proyectos pioneros en nuestras tierras como el de “Entrepatios”, suponen un primer paso. Ahora hace falta que el modelo se reproduzca y crezca por todos lados. Entonces... ¿Para cuándo una cooperativa en cesión de uso en Cantabria?

Artículo publicado en el boletín Briega en papel 27º Octubre 2021