¿A las puertas de un estallido social? Reflexiones desde Santander

Me encanta el olor a contenedor quemado por la mañana. Covid-apocalipsis now

Ayer por la noche se produjo una concentración en la Plaza del Ayuntamiento de Santander contra el toque de queda, que acabó con rifirrafes entre las personas manifestantes y la policía. Los vídeos subidos a internet nos muestran porrazos por parte de la policía y contenedores ardiendo, imágenes poco habituales por estos lares. Desde aquí aprovechamos para manifestar nuestra solidaridad con las personas golpeadas por la policía, así como con las detenidas.

Sucesos similares ocurrieron en otras ciudades del Estado español, como Bilbao, Barcelona o Burgos. Lo cual nos lleva a preguntarnos si no estamos a las puertas de un nuevo estallido social. Es todavía pronto para decirlo. Lo que está claro es que el hartazgo es creciente ante los efectos de la pandemia actual y sobre todo antes las medidas políticas incoherentes y liberticidas que se están tomando para, supuestamente, contenerla. Confinamientos, toques de queda, prohibiciones de todo tipo, supresión de vacaciones escolares de un día para otro… no creemos que sea necesario entrar en detalles. A esta situación hay que sumar una nueva crisis económica incipiente, pero que se prevé devastadora en los próximos meses, lo que contribuye también a caldear el ambiente.

Quizás los acontecimientos de ayer no tengan mayor continuidad. Sin embargo, pueden suponer un aviso de lo que está por venir. Este “tráiler” de la película aún por estrenar nos deja indicios interesantes de la trama.

En primer lugar, cabe destacar que el cartel de la convocatoria de la concentración de Santander contenía la manida frase de “ni izquierdas ni derechas, sentido común”, con los logos tachados de los principales partidos políticos. Esto nos puede recordar al “no nos representan” del 15M, pero apunta más a que es la “frase paraguas” tras la cual se ocultan grupos fascistas o nazis. En Barcelona, de hecho, en las manifestaciones han aparecido pintadas antisemitas y cruces celtas que demuestran la presencia de dichos grupos.

En segundo lugar, es sorprendente que estas manifestaciones estén desembocando en quema de mobiliario urbano y en enfrentamientos con la policía. Esto contrasta por ejemplo con el 15M, dónde el discurso de la no violencia y al resistencia pasiva imperó desde el principio.

En tercer lugar, se produce la paradoja de que las calles se están agitando y de que la “izquierda” está en el gobierno. Aunque la típica afirmación “cuñao” de que “si gobernara la derecha, las calles ya estarían ardiendo” no deja de ser falaz, contiene algo de verdad. Y es que, tradicionalmente, cuando la izquierda está en el poder, es más difícil que la gente se eche en la calle, aunque solo sea por el peso que siguen teniendo los sindicatos y su capacidad para movilizar (o desmovilizar). Esto tiene varias consecuencias, y es que, si las movilizaciones van in crescendo, no habrá posibilidad de que formaciones políticas parlamentarias de izquierdas canalicen el descontento, como hizo Podemos con el 15M. Sí que podría favorecer, en cambio, a partidos de derechas, aunque para ello tengan que purgar antes a los elementos “antisistema” de las protestas. A ese respecto será clave el tratamiento que de la prensa (principalmente conservadora) de las manifestaciones. Otro elemento interesante a tener en cuenta es la reacción de la policía. La violencia por su parte hará ver a muchas personas el papel que cumple realmente en la preservación del status quo, y esto independientemente de si gobiernan progresistas o conservadores.

¿Y las libertarias?

Mientras ayer ardían las calles, las personas de sensibilidad libertaria (entre las que nos incluimos) respetaban religiosamente el toque de queda en pijama y en sus camas. Destacamos este hecho no por el fetichismo de la violencia urbana sino porque nos sorprende que las personas que, supuestamente, son más críticas con las medidas dictatoriales que se han implementado a lo largo de los últimos meses, a la hora de protestar contra ellas, estén ausentes. Cabe preguntarse el por qué de ello.

Ciertamente, está la cuestión de la “alergia” a los nazis y de no identificar a los participantes como “de las nuestras”. Es comprensible no querer juntarse con tal calaña, y que se confundan los discursos ante la ambigüedad de las consignas y los objetivos poco claros de las convocatorias. Sin embargo, creemos que es un error no estar presentes. Si realmente, como creemos, estamos a las puertas de un nuevo ciclo de movilizaciones (y quién sabe si insurreccional), no podemos dejar que este sea abanderado por grupos fascistas o nazis. Y de momento la cosa empieza mal. Podemos sacar lecciones del movimiento de los chalecos amarillos en Francia, el cual fue promovido, en parte, por formaciones de extrema derecha, pero a la cuales se consiguió relegar posteriormente de las movilizaciones. Y ahí las libertarias jugaron un papel importante.

Estar presentes, sí. ¿Pero cómo? Aquí es donde entra la necesidad de organizarse para saber qué tipo de respuesta dar a tales acontecimientos. No acudir a las protestas por la mera convicción de que “hay que estar allí”. Habría que reflexionar en qué medida nuestras ideas y nuestras prácticas pueden ser útiles y en cómo transmitirlas.

Y ahí lo dejamos. Estas palabras han sido escritas a todo correr como reacción a los sucesos de la víspera, por lo que seguramente sea necesario, posteriormente, hacer un análisis más sosegado y profundo de todo ello y en función también de cómo vaya evolucionando la situación.

Anominx.