Entrevista a Kim Pérez: «La realidad de nuestro ser no es binaria. Me definiría como una trans intersex»

Entrevista a Kim Pérez: «La realidad de nuestro ser no es binaria. Me definiría como una trans intersex»

- ¿Cómo estás? ¿Cómo te encuentras en estos momentos extraños?
Pues estoy superconfinada. Tengo problemas de movilidad y yo sigo encerrada en mi casa. Me equilibra hablar, escribir…. Por lo demás, estoy bien.

- En feminismos decimos esto de lo que no se nombra no existe. Tú has descrito parte de tu infancia y tu juventud precisamente con la afirmación de que no sabías quién eras, qué eras… ¿Cómo es vivenciar una forma de estar en el mundo que no está en el vocabulario?
Ese punto ha sido el que siempre me ha atormentado desde que empecé a tener conciencia desde la infancia de que mi vida iba por el lado de lo que no tenía nombre. Entonces no había ni siquiera un nombre. Lo que me ha agobiado toda mi vida ha sido un sentimiento que se puede resumir en estas pocas palabras: “Yo no soy hombre ni soy mujer, entonces ¿qué soy?”. Esa frase tan sencilla es tremendamente dolorosa porque es como si te despertaras de una situación de coma y fueras consciente de lo que te rodea, pero no pudieras decir “¿quién soy? Dadme por lo menos un nombre”. La última vez que tuve esta sensación fue hace unos tres años. Ahora tengo 79. En esos momentos esa pregunta fue tan agobiante que llegó a producirme una crisis de ansiedad. Afortunadamente, al día siguiente tenía que ir al médico de cabecera por una cosa de rutina y me dijo que las crisis de ansiedad se resuelven haciéndole frente a la causa de la ansiedad. Yo dije: “Eso está resuelto porque yo sé cuál es la causa de mis ansiedades”. Y, ¿cómo la resolví? Si quieres, te lo cuento.

- Sí, sí, cuéntamelo.
De lo que me di cuenta ya cuando hice frente a todo esto es que yo estaba, al preguntarme eso y no encontrar solución, simplemente cayendo en el binarismo más cerrado y más usual como todo el mundo. Las personas en nuestra cultura saben que los seres humanos nos dividimos en hombres y mujeres y lo asocian a rasgos considerados masculinos y femeninos, pero se suelen olvidar de que, primero, esa realidad no es una realidad tan tajante y tampoco es única. La realidad es mucho más compleja. Y, segundo, olvidan que existen personas intersexuales y personas que, de un modo u otro, se encuentran entre dos sexos. Estas personas existen y no entran dentro de la categoría usual de hombre o mujer. La respuesta a esa pregunta de “quién soy yo” era que yo soy una persona intersexual y se acabó. Esa ha sido la duda que he tenido toda mi vida y que llegó a su fin hace tres años, que ya era hora de resolverla. La realidad de nuestro ser no es binaria y además es muy variada.

- Hasta donde me he documentado, tú hablabas de ti como mujer trans.
Es verdad. Yo me he definido como mujer trans y me ha servido a efectos de simplificación para la gente. Para que puedan comprender que mi situación es suficientemente cercana a la de una mujer como para yo decirme mujer trans. Pero todo el trabajo que he hecho, que ha sido bastante intenso y fuerte, me ha llevado a decirme que soy intersex. Es la forma más sencilla que tengo de describirme. Sobre todo, en cuanto a la estructura de mi pensamiento. Me definiría como una trans intersex. Justamente esto es lo interesante de esta conversación porque esta conversación surge en un momento en el que nos encontramos con las formulaciones de las terf [acrónimo para Trans-Exclusionary Radical Feminist] que son unas formulaciones bastante simples porque vuelven al antiguo binarismo hombre-mujer. Si no eres mujer, eres hombre. Se acabó. ¿Todo lo que hemos progresado en 50 años queda reducido a eso? Afortunadamente creo que esto va a ser algo que va a brillar en el horizonte una temporada, pero que se va a ir extinguiendo.

- Es un binarismo que, como apuntabas antes, en tu caso te ha llevado hasta tener problemas de salud.
Sí, porque además la ansiedad no es “estoy nerviosa” sin más, tiene una serie de síntomas que asombra. Una persona con ansiedad puede caerse al suelo de pronto y tener la sensación de estar muerta. Mi punto de partido es que el feminismo en concreto ha tenido el mérito de convertirse en un gran liberador humano. Creo que el feminismo se equivoca cuando olvida esto último y se convierte en corporativismo. El feminismo es un horizonte general de la liberación humana desde la perspectiva de las mujeres.

- ¿A qué te refieres concretamente cuando hablas de corporativismo?
A cualquier actitud política que toma un grupo determinado de personas con intereses concretos. El feminismo grande no es corporativista. Es una visión del mundo a través de las mujeres. Que el feminismo tenga un sujeto que sea la mujer es una cosa de sentido común en el sentido de que la mujer como sujeto es, de por sí, liberadora. Mientras que en nuestra cultura el hombre patriarcal es por definición opresor. Cuando predominaba el asunto de la lucha de clases, quienes la conocían profundamente sostenían que no era una lucha del proletariado frente al poderoso, sino que era justamente entendida como una liberación de toda la humanidad iniciada por el proletariado. Su intención era arrancar de los propietarios las prisiones en los que le ponían sus propias conveniencias. Arrancarles sus propios vicios.

- En cuanto a esos referentes de liberación. ¿Cuáles dirías que fueron importantes para ti?
Yo empecé mi tránsito con 13 años, en el año 54. Existían algunas personas que hablaban de estas cosas, pero en Estados Unidos, no en España. Lo primero que hice fue buscar alguna referencia. Iba a la biblioteca municipal de Granada que estaba cerca del colegio y entraba a buscar en la Enciclopedia Espasa algo que tuviera que ver conmigo. Lo primero que encontré fue la palabra homosexual y eunuco. Con ilustraciones y todo. Pero nada explicaba por lo que yo estaba pasando. Me encontré sin ninguna palabra y sin ni nadie alrededor mío que pudiera decirme nada. Uno de los momentos más clarificadores y bonitos fue teniendo yo ya unos cuarenta y tantos años. Iba al colegio donde trabajaba. Era la hora cerca a la puesta de sol. Había nubes, pero brillaba el sol en aquel momento. Entonces caí en la cuenta de un principio feminista y pensé que era más importante la liberación del ser humano que sus condiciones naturales. El feminismo podía superar todos los límites que estuvieran oprimiendo a la mujer. Por tanto, toda realidad humana se podía superar.

- O sea, que para ti el feminismo fue un referente claro en tu tránsito.
En ese momento, sí. Lo principal es que yo vi al feminismo en aquel momento como liberador y yo era una persona muy necesitada de esa liberación. La mujer era sometida “por naturaleza” al hombre. En ese momento lo que era revelador para mí era pensar que la propia mujer podía ser liberadora de la humanidad.

- En el pregón que hiciste en el balcón del Ayuntamiento de Granada en 2018, recordaste a las que llamaste “las mariquitas andaluzas”. ¿Qué hay de esos referentes?
Efectivamente estos referentes han sido tan sólidos que han sobrepasado siglos y siglos a base de aceptar el papel de bufones públicos. Es decir, la opresión era tan feroz que cualquier persona que no tuviera más remedio que luchar contra ella, encontraba que la única manera era decir “voy a aceptar que se burlen de mí a cambio de que me concedan un espacio de existencia». El que encontraban era mínimo. Yo conocía a gente que vendía papeletas, billetes de lotería o pipas y caramelos y cosas así. Podían sobrevivir gracias a eso. Esa fue otra fuente de aprendizaje sobre la supervivencia para mí. Una supervivencia que, por cierto, me sentía incapaz de afrontar. Me fui dando cuenta de que esa forma de resistencia era, en general, de personas pobres. Personas que estaban tan humilladas por su historia que asumía el desafío frente a todos los demás. Yo era de clase media alta y eso, paradójicamente, me dificultaba afrontar quién era porque tenía una casa que defender, un estatus que respetar. Sin embargo, me di cuenta de que el valor que las mariquitas era tan grande justamente porque podían enfrentarse con eso. Tener la capacidad de salir adelante aunque todo se ponga en tu contra es una cosa tan importante para mí… De hecho yo me sentí incapaz hasta que llegó el momento con 50 años. Siempre fueron para mí una referencia de valentía.

- ¿Cómo fue el proceso a tus 50 años?
Lo único que tuve que hacer fue actuar con prudencia. La frase que me dije fue “todos los días un paso pero nunca dos”. Fui avanzando desde cero. La primera vez que salí en un periódico hablando de mí, lo hice de espaldas. Eso fue en 1991. Ya se hablaba de derechos de las personas trans. Ya tenía al Estado a mi favor y eso me iba a permitir defender mi puesto de trabajo y así fue. Si me encontraba atrapada en una serie de normas, tenía que romperlas. El estado de miseria en el que yo llegué a estar se debía a que me había concedido a mí misma la fantasía como único medio de expresión de mi transexualidad. Me limitaba a fantasear a fantasear y eso me asustó en su momento porque no tenía límites. Me dije “solo la realidad puede salvarme”. Empecé a vivir en la realidad. Si me costaba horrores pues me costaría horrores. Afortunadamente no me costó horrores. Podía ser peligroso, pero era para mí enormemente estimulante. Casi de la noche al día me convertí en una persona muy equilibrada.

- Esa frase me parece hoy muy importante en el contexto que estamos viviendo precisamente porque hay voces que niegan la realidad trans.
Que las personas trans vivamos nuestra realidad es lo que más trabajo le cuesta aceptar a quienes no nos quieren, porque estas suelen pensar que lo somos por una especie de capricho, por un juego. Dicen frases tipo “yo me levanto un día diciendo que voy a vivir como mujer y entonces pido mis papeles como mujer”. No tienen ni idea de la realidad de una persona trans. La realidad de encontrarte probablemente con muchas dificultades desde tu niñez, desde que encuentras el primer acoso hasta los 76 años, que fue cuando tuve esa crisis de ansiedad. ¿Cuánto sufrimiento tiene que haber por medio? Muchísimo. ¿Cuántos de esos sufrimientos se pueden aliviar simplemente con que alguien respete nuestra realidad?

- ¿Qué opinas de la frase “es que las mujeres trans fueron socializadas como hombres” como un hecho para llevar a cabo la exclusión en espacios activistas?
Mi experiencia fue muy fuerte porque yo tuve que entrar en un colegio solamente de niños que era lo que había entonces y me di cuenta de que allí no tenía mi sitio. Tendría yo unos diez años aproximadamente cuando, yendo al Colegio de los Escolapios en Granada, recuerdo haberme dicho con mucha tristeza “yo hubiera sido más feliz si hubiera sido una niña y hubiera podido venir a este otro colegio”. La socialización tendrá mucha fuerza, pero hay personas que se niegan a ser socializadas como se les está intentando socializar. Toda la gente que había a mi alrededor suponía que yo estaba siendo educado como niño porque yo era un niño y yo desde los siete años empecé a notar que no era mi sitio.

- Tú sí defiendes el papel de lo biológico en la construcción de identidades, ¿en qué sentido?
Tengo la idea y la experiencia de que existe una base biológica en muchas personas trans. Creo que es muy importante en esto apartar los lenguajes ideológicos de los lenguajes científicos. Todo lo que sea actualmente puro lenguaje para referirse a tantas cosas desde la ideología lo rechazo, porque creo que causa trastorno. En cambio, sí soy partidaria de lo siguiente: los elementos que forman a una persona son muy complejos, no sólo biológicos. Hay personas trans que dicen “soy una mujer como otra cualquiera», y yo tengo que decir que no porque la historia de nuestros cuerpos es una historia compleja y esta complejidad se expresa de forma muy distinta”. Existe una gran complejidad en lo referente al sexo-género de cada persona y esto nos debería llevar a encontrar soluciones lo más humanas posibles para cada una de ellas.

- ¿Sería algo así como reivindicar la diversidad también desde el punto de vista biológico?
Es que yo creo tanto en el ámbito feminista como en la lucha de hombres gay no se ha querido hablar desde la biología o de los factores biológicos por razones coyunturales. En el caso del feminismo, porque temían que cualquier interpretación biológica de la feminidad vendría a negar sus capacidades para una vida social plena en equidad. Cualquier definición biológica era enormemente peligrosa para definirse como mujer. En el caso de los varones homosexuales pasaba lo mismo y había un enorme temor a que el hecho de ser clasificado como homosexual biológicamente llevara a la voluntad de curación de manera automática. Yo creo que actualmente que sabemos que la biología no tiene nada que ver con las capacidades personales o profesionales de las personas, negar su importancia es una forma de pensar arcaica. Era lógico pensar de esta manera antes, pero ahora parecer un poco innecesario.

- Has empezado hablando de movimientos transexcluyentes dentro de los propios movimientos feministas. ¿Qué opinas de todo esto?
Me pregunto quién está políticamente detrás de esta actitud. Me parece que es muy curioso que Vox sea enemigo a muerte y radical de las personas trans y que esta postura coincida con las feministas terf. Que algunas estén presididas por Carmen Calvo te descoloca. Es una lucha política compleja de muchos planos. Los argumentos son políticos y lo que más cuenta ahí es el número de apoyos que se tenga y las identidades de unos y de otros. Las personas trans somos cuatro ceros a la izquierda, pero sí somos significativas desde el punto de vista identitario. Hay gente que nos apoya y gente que nos aborrece. No me extrañaría a mí que toda esta cuestión se resumiese en el fondo en que si se muestran contrarias a las trans consideran que van a encontrar apoyos en determinados grupos sociales. En cambio, si transito con ellas, los mismos grupos sociales se van a enfrentar conmigo. Son los intereses políticos los que aclararían la situación.

Me encantaría saber más de tu experiencia pedagógica. ¿Cómo fue con el alumnado después de que empezaras a dar esos primeros pasos que decías?
El hecho de pasar a la realidad me llenó de tal modo de alegría que yo creo que mi alumnado fue receptivo a esa alegría y a lo que yo estaba viviendo. Al principio no hacía nada muy visible. Había cambiado un poco mi ropa. Yo decía que era unisex. No era unisex, era lo que se me ocurría. Lo que sí era cierto era mi alegría permanente. Lo percibieron y me apoyaron sistemáticamente. Tuve, por ejemplo, un grupo pequeño con el que llegué a tener mucha confianza. Además yo impartía Ética y, claro, una ética explicada con alegría… les llegaba cerca y me apoyaron en todos los pasos que fui dando que, realmente, los daba en televisión. Me invitaban desde varias emisoras. Yo me iba una tarde a Madrid y procuraba volver en coche para seguir al día siguiente mis clases con toda normalidad y así se fueron dando cuenta de lo que yo iba haciendo. Esto lo he comprendido después. Era importante porque yo era una persona que, en los años 90, decía “soy transexual” al mismo tiempo decía “soy profesora” y eso era completamente nuevo y llamativo entonces. Pero en mis clases yo nunca hablaba de transexualidad porque sabía que, si quería tener complicaciones, era suficiente con que alguien me acusara de estar haciendo proselitismo entre ellos. Simplemente con vivir como vivía era suficiente. No tenía que explicarles nada.

- Andalucía fue la primera comunidad autónoma en cubrir desde lo público la atención sanitaria integral a las personas trans. Tú jugaste un papel importante. ¿Cómo fue el proceso?
Tanto una chica trans sevillana llamada Rosa Pazos como yo, cada una por nuestra parte, escribimos en 1997 a José Chamizo, el Defensor del Pueblo Andaluz. Nos contestó con un escrito y, posteriormente, Carmen Molina, del Partido Socialista, me llamó un día diciéndome que hacía falta dar que un paso más y conseguir que el Parlamento Andaluz también se pronunciara a favor nuestro. Gracias a ella conseguimos un pronunciamiento en el Parlamento andaluz, en 1999. Fue el primer parlamento de España en hacerlo. En aquellos momentos Andalucía estuvo a la vanguardia de la defensa de los derechos de las personas trans. Y, por cierto, cuando fuimos como invitadas al Parlamento, el día que se debatía la proposición no de ley, en pleno acto me acordé de las mariquitas andaluzas y quise tenerlas presente y nombrarlas.

- ¿Qué aprendizajes destacarías de tu trayectoria activista y de tu posición política ante la vida?
Está claro que una parte del mundo nos quiere y otra nos aborrece. Lo primero es tener muy clara esta diferencia y apoyar a la gente que te quiere. A largo plazo, lo que espero es que estas cuestiones sean vistas como algo fuera de las luchas partidistas. Creo que una madre o un padre que defiende, por ejemplo, a su hijo trans en televisión está anunciando con su actitud que esto va a acabar siendo un hecho de civilización, no de partidos.

- Ahora que, con todo esto de la pandemia, estamos viendo el terrible lugar que la sociedad da a las personas mayores, ¿qué hay de las personsa trans mayores?
Yo soy muy partidaria de las residencias para mayores gays, lesbianas, trans. Cuando esto lo he planteado ante personas que no han tenido esta vida, con frecuencia me he encontrado con que afirmaban que eso implicaría hacer un gueto. Entonces les digo que no sería un gueto, que sería un paraíso. Yo ya soy anciana. Si tengo algún día que ir a una residencia con gente de mi edad de una formación mucho más conservadora que la mía, me encontraré con gente que simpatice conmigo y con gente no lo haga. Si tienes, por ejemplo 85 años, estás en una residencia y una parte de la misma te chincha, te vienes abajo porque ya no tienes edad para poder enfrentarte con un grupo de personas que te está amargando. En cambio, si tú entras en una residencia transfriendly y te encuentras con que, incluso, puedes ligar allí… eso está muy cerca de ser el paraíso.

- Muchísimas gracias por tu tiempo Kim.
Gracias a vosotras por la sensación de alegría que me da el haber podido explicarme tan a fondo en una revista feminista como es Pikara Magazine. Eso no tiene más nombre que esperanza y alegría.