Entrevista a una compañera que vivió en la Jungla de Calais a lo largo del año 2016

La siguiente entrevista fue realizada el pasado mes de noviembre en Santander, en el marco de la presentación del libro de la editorial Doble Vínculo, Calais, frente a la frontera (2018). La compañera con la que conversamos nos relató su experiencia de haber vivido en la Jungla de Calais a lo largo del año 2016.

Calais, localidad del norte de Francia que conecta el continente europeo con Inglaterra por medio del Eurotúnel, estuvo en las portadas de los periódicos de todo el mundo en 2016. Y es que allí se localizaba un campamento de más 10.000 personas refugiadas, “La Jungla”, en pleno auge de lo que se denominó “la crisis de los refugiados”, coincidiendo con las guerras de Siria e Irak (entre otras). Un campamento que, por sus dimensiones, por su ubicación (en el corazón de Europa, entre dos de los países más ricos del mundo, Francia e Inglaterra), incomodó a las autoridades y, por ende, acabó siendo desalojado. En la conversación que sigue profundizamos un poco más en lo que significó e implicó la Jungla.

¿En qué momento llegaste a la Jungla y cuánto tiempo permaneciste allí?

Llegué en el momento del desalojo de la parte sur de la Jungla, con un convoy de apoyo proveniente de la zad de Notre-Dame-des-Landes, en abril de 2016. Justo en ese momento un grupo de iraníes se cosió la boca y se puso en huelga de hambre para protestar contra la situación. Y es que el desalojo suponía la expulsión de más de 5.000 personas, sin más explicaciones ni opciones. Y permanecí hasta el final, cuando se desalojó definitivamente la totalidad del campamento, en octubre de ese mismo año.

Durante tu estancia allí, ¿A qué de dedicaste? Tengo entendido que estuviste trabajando junto a los grupos No Border. ¿Qué tipo de actividad llevaban a cabo esos grupos en Calais?

Lo que hacíamos era dar soporte humanitario, primeros auxilios a través del infopoint, por la noche, cuando las otras asociaciones cerraban. El infopoint era también un espacio en el que tomar el té, venir a hablar, obtener información legal. Allí teníamos los panfletos en todos los idiomas en los que se explicaba como pedir asilo en los distintos países europeos. También había un centro operativo de Calais Migrants Solidarity, que era una de las asociaciones con las que trabajaba la gente de No Border (a título individual, no como organización). Allí también se hacía todo tipo de logística, de cara a las manifestaciones y demás. Estaban muy vinculados también a la cabaña legal del campamento, que era el lugar en el que las migrantes hacían los trámites legales.

También hacíamos cosas por nuestra cuenta, con la gente cercana de allí. Creo que muchas personas que estaban allí hacían muchas más cosas que lo visible, aunque no puedo dar más detalles de ello.

¿Cómo era el día a día en la Jungla? ¿Qué hacía la gente? Las opiniones en el libro son diversas, desde gente que lo vivía como una mini-ciudad en la que no se estaba tan mal con respecto a la situación anterior de campamentos/okupaciones temporales y constantes desalojos, a gente que lo vivió como un infierno.

Durante el día había poco que hacer. Me parecía raro que las asociaciones se pusieran a trabajar tan pronto, a las 8 de la mañana, porque en realidad la vida allí se hacía por la noche. La gente se solía acostar muy tarde, casi al amanecer. Pero las asociaciones a las 8 ya estaban a tope, dando comida y apoyo.

Estoy de acuerdo con las dos afirmaciones del libro. Era un infierno vivir allí, en una situación de tensión continua. En cuanto se iba la luz se oían disparos de la policía de pelotas de goma, continuamente. Cada poco tiempo se producían dougar, que son atascos provocados a propósito por la gente que se iba a la autopista y paraba los camiones para intentar colarse. Eran momentos bastante violentos, en el que se tiraban gases lacrimógenos y de todo. Para mí el día a día fue bastante duro, aunque superficialmente y aparentemente se vivía de manera bastante tranquila. Te levantabas por la mañana y te ibas a tomar un té, luego ibas al restaurante de turno o a comer a donde las asociaciones. Pasas el día haciendo cosas de logística, alojar a la gente, organizar las manis, informar a la gente. Dar una vuelta para coger cosas materiales que hicieran falta, a comprar… Y por la noche empezaba la aventura. Cada persona la viviría a su manera.

¿Cómo fue tu contacto con las personas migrantes que vivían allí? ¿Qué te contaban? ¿Cómo se sentía la gente allí? ¿Qué pensaban con respecto a lo que les estaba pasando?

Me sorprendió para bien que muchos estaban de buen humor, de buen rollo. Aunque es cierto que muchos en el fondo estaban deprimidos. A pesar de las diferencias culturales se van juntando en grupos, se apoyan entre ellos y al final se tratan como una familia. Para mí fueron como una familia cuando estuve allí. A pesar de nuestras diferencias, vivía y hacía mí día a día con ellos.

En cuanto a las diferencias que comentas… Creo que en este tipo de situaciones se producen relaciones de desigualdad entre las personas europeas, privilegiadas, y las personas migrantes, que suelen estar en una situación subordinada, dependiente, sin autonomía ni derechos. En tu caso ¿Hubo momentos en los que esta relación fue, por así decirlo, más igualitaria?

Yo creo que depende de las personas. Soy consciente de estos privilegios, y lo he visto allí continuamente. Como cuando los voluntarios se iban a dormir al hotel por la noche y volvían por la mañana, a ayudar a la gente y así. Otras personas nos quedábamos allí, Pero también era raro porque depende de con quién te juntes... Tu entras tanto en su rollo que se crea también (y es que desgraciadamente la mayoría de las voluntarias éramos mujeres) una relación como de que te están protegiendo. A veces te conviertes en subordinada del grupo de tíos que hay allí. Como que te están protegiendo, pero en realidad no tienen nada de que protegerte.

Sí, había muy buen rollo, contaban contigo y te cuidaban, pero no sé si realmente pudimos tener una relación de igual a igual. O estás en el rol de activista con todos los privilegios del mundo o te metes en su rollo y la cosa cambia. Es difícil.

También había mucha presencia de ONG y asociaciones de todo tipo. En el libro se hacen fuertes críticas a muchas de ellas. ¿Qué puedes contarnos de ellas, del papel que desempeñaban?

Dejan bastante que desear la calidad humana con la que tratan a las personas. Estoy de acuerdo con lo que se dice en el libro que están allí para dirigir. Son la cara amable del Estado. Lo que hacen en realidad es controlar a la población. Colaboraban con el Estado dando poca información a las personas que estaban allí en el momento de los desalojos, no informándola de lo que iban a hacer con ellas. No sé si las puede definir como humanitarias…

En el libro se comentan que el objetivo de muchas ONG es ganar dinero. Por ello, por ejemplo, se centraban en ayudar más a los niños…

Sí, los niños que son más mediáticos, o las personas que llaman la atención. Pero a la hora de la verdad, a las 5 de la tarde cuando empezaba a oscurecer y si había un poco de caos desaparecían, si te he visto no me acuerdo.

¿Por qué crees que se desalojó la Jungla? ¿Cómo viviste ese momento?

Porque era incomodo para el Estado que hubiera una pequeña ciudad que se empezaba a autoorganizar y en donde las personas estaban cogiendo cada vez más valor. Al estar organizadas, y siendo más, tenían más oportunidades para intentar cruzar. Empezaron a hacer demasiado “ruido” en las autopistas. Se les tachó de violentos, porque paraban los camiones con violencia. Pero eso sin visibilizar su situación de que llevaban igual dos años jugándose la vida todas las noches.

Se desalojó también para quitar el foco de allí, desmoralizar a la gente dispersándola por toda Francia y dificultar su objetivo de cruzar. También para fichar a la gente y más adelante deportarla. Les dieron la ilusión de que les iban a proporcionar papeles tras el desalojo, que no les iban a aplicar el tratado de Dublín (según el cual una persona tiene que solicitar asilo en el país de la Unión Europea por el que entró). Les dijeron que eran una excepción, que iban a tener más facilidades de cara a conseguir los papeles e ir al país que quisiera. Pero eran mentiras, para separarles, desarraigarles.

¿Qué pasó con la gente que fue desalojada?

Les metieron en autobuses y les repartieron por toda Francia, en CAO, en su mayoría en poblaciones rurales alejadas de todo. Otros a ciudades como Marsella en las que han empezado las deportaciones. Los que parecían menores han tenido la suerte de ir a Inglaterra. Otros se han fugado de los CAO. Y otros oliéndose lo que pasaba huyeron de la jungla hacia otros campamentos o países.

En cuanto a la gente que no conseguía pasar, que le pillaba la policía, era detenida e internada en CRA (Centros de Retención Administrativa). A veces se les denunciaba como mafiosos. A otros les sacaban de los camiones y de vuelta al campamento. En los últimos 4 o 5 meses muchos murieron atropellados. Cada pocos días se producían atropellos por camiones.

¿Compartes la visión de algunas personas del libro que dicen que es imposible compaginar una lucha más política contra las políticas migratorias y las fronteras con las labores más de tipo humanitario?

Cuando estás allí llega un momento, inmersa en las labores humanitarias, que te olvidas de lo que es político, todo de parece político estando allí. Conservar la cabeza fría es muy difícil. Lo más político sean quizás las manis en las que participaban la gente de la Jungla.

¿Y se pueden compaginar estas dos cuestiones con los cuidados?

Es una cosa que se valora menos, o en la que se pone menos el foco. Las activistas dejamos de ser importantes en cierta manera. Pero debería de haber un cuidado a la gente que cuida. Poner atención, un poco mas de humanidad a nuestras relaciones, ser conscientes colectivamente de que lo que vivimos allí también es muy duro para nosotras, y volvemos chungas a casa. Allí no le prestas atención, pero yo lo hecho bastante en falta.

¿Cómo está la situación actualmente en Calais?

La situación está bastante jodida. Desde el desalojo hay constantes cacerías humanas. Hay una unidad de gendarmería móvil destinada allí que se dedica a perseguir a la gente por la noche, cogiéndola en los parques o en las casas ocupadas. Muchas personas se fueron a Dunkerque. Allí la situación es bastante peligrosa y tensa, tanto para las voluntarias como para las refugiadas. Hay mucha mafia por los alrededores Aunque todavía hay gente que sigue trabajando allí, que sigue teniendo ilusión. Algunas compañeras me han comentado que el proceso de obtención de asilo sigue siendo algo más fácil en Calais, lo que atrae a las refugiadas, que siguen acudiendo, a pesar de las dificultades.

Y es que la frontera siempre va a seguir estando allí, por mucha represión y muros que haya la gente seguirá yendo a Calais…

¿Qué crítica le harías al libro? ¿Hechas en falta algo que no se cuente?

No se profundiza en algunas cuestiones difíciles, o duras, que se han vivido allí. Desde mi punto de vista no se toca apenas la cuestión de las agresiones a mujeres y la existencia de sitios de prostitución en el campamento. Quizás no era el foco de los No Border y por eso no sale en el libro. Se produjeron violaciones a refugiadas, activistas, niñas y niños… Un tema que me parece importante hablar de él.