Más allá de la defensa de las pensiones
El sábado 17 de marzo las manifestaciones por unas pensiones dignas se han propagado por todo el estado español. Aquí en Cantabria ha habido manifestaciones en Torrelavega y Santander. Manifestación esta última multitudinaria, como de costumbre, si sumamos otros asuntos como la oposición al metro tus y la huelga feminista del 8M.
A pesar de que la manifestación estuviese convocada y secundada por los sindicatos mayoritarios del poder, comisiones obreras y UGT, al acto han acudido muchas otras personas que no representaban a dichas organizaciones sindicales. El trayecto, desde Numancia, hasta las inmediaciones de la Plaza Porticada ha inundado de gente el centro de Santander. Habría que destacar que un grupo de nazis ha intentado colarse en la manifestación con sus banderas, lo cuál le ha sido imposible porque la gente ha impedido que se sumen a la movilización, de tal manera que se han tenido que quedar observando el paso de los manifestantes, aprovechando para grabar e increpar verbalmente a algunos de los asistentes.
La gente, personas mayores, pero también jóvenes y de todas las edades, han salido a la calle contra la privatización de las pensiones que el gobierno del Partido Popular quiere llevar a cabo. Pero, ¿ es el refuerzo de las medidas estatales la solución al giro neoliberal que la derecha española está llevando a cabo, recortando los medios económicos de subsistencia de las personas mayores?
Desde la creación de los sistemas de bienestar, amparados en la socialdemocracia, y compuestos tras la segunda guerra mundial, la creación de sistemas públicos de pensiones garantizaba unos años fijos con los que poder afrontar la vejez. En relación a épocas pasadas y en un contexto atravesado ya por la economía capitalista como es Europa, las condiciones de vida de las personas ancianas pudieron tener una mejora económica y material indudable. Sin embargo, esta aparente ventaja trajo consigo una mayor dependencia de las abuelas y los abuelos respecto al estado y sus condiciones. Es en este momento que nacen diversidad de discursos que estigmatizan la tercera edad como “consumidora de recursos”, “improductiva” y como un peso de la sociedad. Como una carga a los ciudadanos contribuyentes que por otro lado aceptan moralmente el “sacrificio” a pesar de los recortes que haya que hacer en determinados momentos. Es por ello, que las personas mayores quedan expuestas a una incertidumbre que dependerá de cada gobierno de turno, de las políticas más o menos neoliberales o socialdemócratas. Es en este proceso histórico, que el gobierno actual, con su tendencia a privatizar recursos estatales, localiza las pensiones como un ámbito donde robar dinero a la población, priorizando las vidas aparentemente no productivas sobre otros aspectos más relevantes para su status quo; seguridad ciudadana, defensa etc
Las reformas de los sistemas de bienestar europeos vienen fundamentados en ese miedo al envejecimiento poblacional. De ahí surgen conceptos como “tsunami de plata”, “crisis de la mayoría de edad”, “la tormenta del cambio generacional” “la demografía apocalíptica” etc Conceptos que tienen mucha relevancia en las grandes corporaciones que dirigen la economía en nuestro mundo desarrollado.
Este mismo proceso de estigmatización de la vejez que el neoliberalismo y sus representantes llevan a cabo, construyendo un chivo expiatorio en la figura del mayor, lo lleva a cabo el capitalismo con las personas migrantes como las culpables de la falta de empleo y las que se llevan todas las ayudas sociales. Es el mismo discurso que cala en la sociedad con demasiada facilidad y que ignora intencionadamente todo el sostén de la economía que las personas mayores, como las personas migrantes, llevan a cabo en ese otra cara no asalariada y/o no reglada de la explotación económica. A través de los cuidados, de la economía sumergida, de los trabajos en condiciones irregulares, etc...
El mismo proceso se repite también con el resto de perfiles de población “no productiva”; personas con largos periodos de paro, personas marginadas y fuera del circuito del trabajo asalariado, personas sin papeles, personas psiquiatrizadas, personas con diversidad funcional... las cuáles algunas no son trabajadoras para el sindicalismo y las organizaciones obreras. Tampoco entran por lo tanto, dentro de su marco de reivindicación, pero indudablemente son explotadas y doblemente invisibilizadas.
Todas estas similitudes que estamos haciendo no son fortuitas. Vienen a querer explicar, que si la lucha contra la privatización de las pensiones se queda en una defensa acrítica de los sistemas públicos del estado, entonces la misma reproducción de la exclusión social, de la división entre buenos-malos, productivos- no productivos, currantes-vagos, contribuyentes- no contribuyentes, ciudadanos – irregulares, extranjeros-nacionales, ancianos-jóvenes, estudiantes-ninis... se seguirá reproduciendo. Porque el problema no está en el partido popular exclusivamente sino en un sistema económico que prima la producción sobre la satisfacción de las necesidades básicas. Estas falsas dicotomías son reproducidas por los sindicatos mayoritarios de izquierda, por la extrema derecha que intenta colarse en las movilizaciones y que por suerte no encuentra espacio, y por todos aquellos que se quedan en este nicho de la reivindicación al estado.