Gladys del Estal. 03 Junio/ 1979

En primavera de 1979 el núcleo del segundo reactor de la central nuclear de Three Mile Island, Harrisburg, Pennsylvania, había sufrido una fusión parcial y la gestión del accidente por el Homer Simpson de turno hizo el resto. Ahí andábamos un grupo de amigos con nuestros folletos y chapas de ¿Nuclear? ¡No, gracias!, intentando convencer a una pareja de pastores mormones sobre el deber de construir el paraíso en la Tierra.

En fin. Éramos capitanes de 15 años y aún teníamos la mirada transparente, como el aire que queríamos respirar. Francamente no sabíamos mucho sobre fusiones y fisiones nucleares. Tampoco sabíamos mucho sobre Gladys del Estal. Sólo que tenía 22 años cuando la mataron. Y que la mataron por protestar contra la energía nuclear, armada sólo con una mirada transparente. Gladys estudiaba Química en la Universidad y era miembro del Grupo Ecologista de Egía y de los Comités Antinucleares de Euskadi. El 3 de junio de 1979, mientras la central de Harrisburg aún humea futuras leucemias, se bajan a Tudela para una Jornada Internacional contra la Energía Nuclear y protestar contra el Plan Energético Nacional y, ya de paso, contra el polígono de tiro de las Bardenas.

La jornada tiene todos los permisos gubernativos habidos y por haber y va transcurriendo sin incidentes en una Tudela tomada por la Policía Nacional y con todos los accesos cortados por la Guardia Civil. Después de la comida, con ligero retraso, empieza el mitin. Aunque hay permiso hasta las 17:00 horas, a las 16:15 horas aparece la policía y exige la disolución de la concentración.

Mientras se intenta aclarar el desfase horario que parece sufrir la policía, suena el silbato y empieza la carga. Pelotas de goma y botes de humo caen sobre los concentrados y cunde el pánico. Finalmente, la intercesión de un diputado foral consigue detener la violencia a cambio de que los presentes abandonen Tudela.

La muchedumbre marcha ordenadamente hacia las afueras entre un pasillo formado por las fuerzas policiales. Van cruzando el puente sobre el Ebro camino de la zona de estacionamiento donde han aparcado autobuses y coches. Un grupo de jóvenes, entre los que está Gladys, deciden hacer una sentada, la protesta pacífica por excelencia. La Guardia Civil no está para sentadas ni pacifismo y los obliga a levantarse a golpes y empellones.

El guardia civil José Martínez Salas le dirige un comentario obsceno a Gladys, que responde con un insulto. Martínez Salas dialoga como mejor sabe. Le propina un culatazo con su subfusil Z-70 en los riñones. Gladys cae de bruces al suelo. Cuando intenta levantarse, Martínez Salas se acerca y le pega un tiro en la nuca. El médico que certifica la muerte de Gladys del Estal habla de tiro de gracia.

El asesino de Gladys fue juzgado y declarado autor responsable de un delito de imprudencia temeraria, con resultado de muerte. Le condenaron a 18 meses de cárcel que no cumplió y en 1992 fue condecorado con la Cruz del Mérito Militar por el alcalde del PSOE de Tudela.

El asesinato impune de Gladys nos cambió la mirada, se le puso al fondo como un poso de trizteza. La mirada transparente de Gladys sigue ahí, su nombre vive en un parque donostiarra y esa tímida sonrisa nos recuerda que, pese a todo, el sol, la fuente de vida que defendia, sigue saliendo cada día.

Extraído del libro de Toni Álvaro "Catálogo de decisiones y fragilidades".

¡¡¡¡ NO A LA IMPUNIDAD DE LOS CRÍMENES DE LA TRANSICIÓN !!!!