El Cariñoso, el maqui intrépido

Se cumplen 75 años de la muerte de José Lavín Cobo, uno de los más mitificados guerrilleros que actuó en Cantabria
El portal del número 44 de la calle Santa Lucía está pintado de color granate y los pomos y el picaporte son dorados y relucen. Es un edificio de cuatro alturas, y se intuyen desde la calle espacios abuhardillados en el tejado. Son las cuatro y media de la tarde y en la calle un hombre espera apoyado en la pared. En ese número murió a tiros hace 75 años José Lavín Cobo, ‘Pin el Cariñoso’, un nombre emblemático entre los maquis de la región. Murió en una emboscada que armaron guardias civiles y policías el 27 de octubre de 1941. Al parecer, fue delatado y le sorprendieron en una de las buhardillas. José Lavín intentó escapar, pero aquella vez no fue posible. Isidro Cicero, en su libro ‘El Cariñoso’, novela y recrea esta escena: «Bajó corriendo detrás de su enlace con las pistolas en la mano, disparando como un loco, y conforme iba bajando las escaleras se abrían las puertas y se asomaban uno, dos, tres, cuatro… cien guardias, cien policías disparando con sus pistolas, sus metralletas. Solo en el portal le alcanzaron los tiros al Cariñoso […]». Dos guardias resultaron heridos.
Cicero, también autor de ‘Los que se echaron al monte’, expone que la muerte del Cariñoso fue «una más en medio de los millares de muertes de aquella terrible operación de escarmiento y exterminio», pero destaca su singularidad: «[…] Primero, que toda su biografía estuvo envuelta en un halo de leyenda dada la intrepidez de su carácter; y, segundo, que el escenario de su cacería fue Santander, lo cual tenía más repercusión que otras cazas de hombres que se llevaron a cabo en montes lejanos, y, por tanto, sin tantas personas que conocieran directamente los hechos. Estos últimos llegaban a la gente más a través de las muy tendenciosas informaciones de la prensa».
Josefina Lavín Solano, hija de José Lavín, conoce el portal de la calle Santa Lucía. Allí estuvo cuando participó en ‘La saga de El Cariñoso’, documental dirigido por Vicente Vega. El filme revela y reivindica la figura del maqui, que lideró uno de los grupos más activos de la guerrilla antifranquista en Cantabria. El Cariñoso participó en la guerra, en el Batallón Libertad. Tras terminar los combates y volver a su pueblo se vio obligado a pasar a la clandestinidad. Actuó principalmente en la comarca del Miera, donde él y su guerrilla daban golpes, vengaban a los delatados, retaban al régimen. En el documental, Vega trató de mostrar al hombre tras la leyenda, al «joven que se ve atrapado en un ambiente de injusticia y violencia al que responde violentamente, algo que provoca la reflexión sobre lo vulnerables que somos a las circunstancias que nos rodean y cómo estas pueden transformarnos; también sobre la responsabilidad de aquellos con poder para crear esas situaciones».
testimonios
«Las heridas que nos dejaron la Guerra Civil y la dictadura aún no han cicatrizado» A Vicente Vega siempre le ha interesado la Guerra Civil y su contexto. «Mi padre y varios tíos participaron en la contienda y fue un tema habitual de conversación en las reuniones familiares cuando era niño. De joven leí los libros de Isidro Cicero y tuve claro, entonces, que estas historias podían ser contadas desde el audiovisual». El documental ‘La saga de El Cariñoso’ es prueba de ello. Lo construyó a base de testimonios. «El testimonio de un testigo directo es fundamental para un documental porque da mayor fuerza y credibilidad a la historia. Me gusta pensar que realizar un documental es como hacer un largo viaje de varios años […]. Quizás la mayor sorpresa fue encontrar a personas que, después de casi 70 años, aún sentían temor y no querían hablar sobre aquellos sucesos. Creo que, como sociedad, las heridas que nos dejaron la Guerra Civil y la dictadura aún no han cicatrizado, y que a ello no contribuye esconder estos temas bajo la alfombra o tomar equidistancia entre víctimas y verdugos». Por eso, Vega dice que su documental busca «dar voz y reconocimiento a las víctimas del franquismo, durante demasiado tiempo silenciadas y ovidadas».
Cicero recuerda a Isaac Cuende para hablar de su contribución: «De mis libros ha dicho que fueron los primeros en reivindicar a aquellos luchadores calificados hasta entonces como bandoleros, asesinos y criminales. De eso me siento muy orgulloso. De eso y de haber contribuido con todas mis fuerzas a la construcción de la memoria histórica». Josefina siente que su parte española late con fuerza. Cuando llegó a España para recuperar sus apellidos dice que encontró un país cuya libertad de expresión está limitada. Quiere que las cosas cambien y al mismo tiempo dice que la vida es complicada en cualquier lugar del mundo, más si se camina por el margen y, a veces, únicamente si se quiere sobrevivir. «You know, en la vida hay que trabajar duro».
La figura de El Cariñoso perdura en la memoria de su hija y, desde 2012, también lo hace en sus documentos oficiales. Hasta ese año, Josefina mostraba únicamente los apellidos de su madre, María Milagros Solano Oti. La huella de su padre era una certeza familiar sin validez legal. Josefina quiso cambiarlo y, en 2009, con 67 años, reclamó a la Justicia española que se la reconociera como hija de El Cariñoso. El fallo a favor llegó en 2012, y la reconfortó infinitamente. «Cuando me dieron sus apellidos sentí, lo primero, que era mi derecho por ser su hija. Fue la ilusión más grande de mi vida. Fue maravilloso, cumplí un deseo. Sentí que me había honrado a mí misma y a toda mi familia».
Josefina vive en Estados Unidos desde que era adolescente. Atiende la llamada desde Virginia e intercala ‘anyways’ en sus respuestas en español. Reside en América porque su madre María Milagros era norteamericana, oriunda de La Cavada, aunque nacida en Miami, a donde había emigrado su familia por un tiempo. Ese detalle cambió su destino.
María Milagros acompañaba a El Cariñoso el día en que fue abatido, era su pareja y estaba embarazada. Tenía 24 años y ganas de escapar con él. A ella primero la condenaron a muerte, y después convirtieron la condena en 30 años de prisión. Dio a luz a Josefina en la cárcel, y la niña fue criada por la abuela paterna en Angustina. Tras doce años de cautiverio, la casualidad y la embajada norteamericana sacaron a María de prisión: una periodista estadounidense que realizaba un reportaje sobre mujeres presas republicanas descubrió su origen yanqui y propició su salida de la cárcel de Guadalajara y del país. María agarró a Josefina y cruzó el océano.
Josefina evoca la figura de su padre seis décadas después. «Recuerdo, especialmente, lo que me contaba mi abuela Teresa (madre de El Cariñoso). Me dijo que mi padre era un hombre de grandes principios, trabajador, honrado, que quería tener libertad, derecho a expresarse. Era un hombre decente, solo quería vivir tranquilo». Josefina también evoca el paisaje del pueblo. «Me encantaría volver, recordar todos los momentos que pasé allí. Es mi vida y mi historia». No puede viajar de inmediato, confía en hacerlo en 2017. «Voy a cumplir 75 años, siento que tengo que ir».
Huir al monte
Vega y Cicero han contribuido con su trabajo audiovisual y sus textos a entender la resistencia de maquis tan míticos y mitificados como El Cariñoso. ¿Qué encarnaban estos guerrilleros en los primeros años de posguerra? Vega responde: «En febrero de 1939, el gobierno franquista de Burgos emitió la Ley de Responsabilidades Políticas, por la que cualquier persona u organización que no se hubiese sumado al golpe militar de 1936 había cometido un delito por el que podía ser detenida y juzgada; fue el instrumento jurídico para la represión y lo que obligó a muchos a huir al monte; en un primer momento para salvar su vida y después, con una guerrilla organizada, intentar la intervención de las potencias vencedoras de la Segunda Guerra Mundial, para desalojar al gobierno golpista de España».
¿La figura de El Cariñoso tenía alguna peculiaridad? Cicero contextualiza: «Lo específico de ‘los huidos’ o ‘los escondidos’ […] fue precisamente eso, que o no habían sido hechos prisioneros como el resto de derrotados, o habían conseguido escapar de algunos de los lugares antes citados [campos de concentración o batallones de trabajo]. La mayoría de ellos eran jóvenes pertenecientes a los partidos de izquierdas, socialistas y comunistas, y a los sindicatos UGT y CNT. El Cariñoso en el frente había formado parte de los batallones levantados por la CNT.
Su supervivencia, mientras fue posible, se realizó en la zona trasmerana, pasiega, sobana e incluso en Santander. También estuvo en Barcelona». De Barcelona venía cuando llegó a Santander en octubre de 1941. Escribe Cicero que fue a la capital a ver a su madre y amigos. Mientras los guardias rodeaban el edificio, El Cariñoso sesteaba y escuchaba la radio.
Fuente: El Diario Montañés.