¿Para qué? De la memoria de Amparo Pérez a las luchas contra las carreteras
¿PARA QUÉ?
De la memoria de Amparo Pérez a las luchas contra las carreteras
En pleno Mediados de Febrero y como cada año, no podemos olvidar a Amparo Pérez y la lucha que esta vecina inició para evitar ser expulsada de su hogar. Para quienes aún no lo sepan, es importante nombrar que se cumplen 9 años de la muerte de esta señora de 86 años. Amparo murió por el asedio y la presión de las obras del vial de la S-20 en la vaguada de las Llamas de Santander, en febrero de 2015. Su actitud frente a lo que le estaba ocurriendo no es muy habitual. Sin embargo, los motivos siguen siendo muy comunes, pues cientos de personas mayores son expulsadas cada día de sus viviendas por expropiaciones, desahucios y desalojos, ante la expansión inmobiliaria y urbana. En el texto que sigue repasamos lo que supuso la lucha de Amparo y de personas que se solidarizaron con ella en un intento de parar la obra del vial de la S-20. También queremos vincular esta lucha con una larga tradición de resistencias contra las grandes infraestructuras innecesarias y más concretamente con las movilizaciones contra la construcción de viales y carreteras. Para ello, y como solemos acostumbrar, comenzaremos con un recorrido por nuestra realidad más local para luego saltar a experiencias de otras partes del mundo, con el propósito de encontrar similitudes y diferencias que nos sirvan de aprendizaje e inspiración ante futuros conflictos similares que tenemos a la vuelta de la esquina (véase al respecto el artículo del nº51 de Briega: El gobierno de Cantabria multiplica las agresiones al territorio).
Como ya hemos contado en otras ocasiones, Amparo vendió su fuerza de trabajo durante toda su vida para poder construir su casa junto a su marido. Como miles de mujeres que hoy en día trabajan en hogares ajenos a cambio de salarios irrisorios. Amparo conoció la posguerra y salió de ella con mucho esfuerzo. Antes de 2014 descansaba entre paseos, visitas de su familia y tomando el sol en el patio junto a su perro. Hasta que un día, a través de una pancarta colgada de una de las paredes de la casa, comunicó públicamente que la querían echar de casa: abrió la puerta, posibilitó la solidaridad. Así rompió con los límites del «sálvese quien pueda» que suele producirse habitualmente ante expropiaciones de casas por parte de ayuntamientos en favor de promotores urbanísticos.
A principios del año 2014 se inician en la vaguada de las Llamas las obras para una carretera que el Ayuntamiento de Santander llevaba años planeando construir. Una carretera que no añadía ningún tipo de mejora ni novedad útil, pues la Avenida de los Castros ya contaba con varias conexiones viales con la autovía S-20. Esta obra suponía un interés clave para el entonces alcalde de la ciudad y exministro de Fomento, Íñigo de la Serna. No obstante, sería un análisis simplista encarnar la responsabilidad en una única figura política, cuando dicha infraestructura sólo era un eslabón de un plan de ordenación urbana destinado a especular con el suelo y revalorizar las zonas cercanas que se encuentran entre el núcleo urbano santanderino y los pueblos costeros de Monte y Cueto.
Después de hacer público que la querían echar de su casa, Amparo y su familia empezaron a conocer a personas solidarias. La Plataforma de Afectados por la Hipoteca decidió apoyarle. De esta manera, los movimientos sociales de la ciudad fueron conociendo la situación y la gente empezó a acudir a las convocatorias organizadas en solidaridad. También se acercaron grupos de afinidad sin siglas ni organizaciones y, poco a poco, como queda reflejado en el fanzine “Todo por el bien común”, esta señora se sintió más acompañada en su proceso de soportar el ruido de las máquinas acercándose y amenazando con echar abajo su casa. Copsesa, empresa adjudicataria habitual del Ayuntamiento de Santander, junto con Isolux-Corsán. Construyeron finalmente el vial. La estrecha relación de la primera con el Partido Popular, así como los líos de corrupción en los que estuvo involucrado su entonces presidente, y a la vez alcalde de Ramales de la Victoria, José Domingo San Emeterio (miembro del Comité Ejecutivo del PP), generó polémica y controversia. También ha dejado un recuerdo todavía más desagradable si cabe a esta carretera que se llevó la vida de Amparo.
Pero la vecindad de los pueblos de Monte y Cueto, así como la vaguada de Las Llamas, no era la primera vez que vivía un revuelo social ante la construcción de una carretera. Como documenta en profundidad el colectivo Desmemoriados en su artículo «Las Llamas, un espacio de… ¿participación?», a finales de los años ochenta hubo una lucha vecinal importante contra los planes de construcción de una autovía que iba a conducir a la segunda playa de El Sardinero atravesando la vaguada de Las Llamas, la ahora tan normalizada autovía S-20. Antecedentes históricos que ya mostraban el objetivo de convertir Santander en «la capital turística del norte» . La vecindad de aquellos años ochenta , más acostumbrada a conseguir sus objetivos mediante las movilizaciones que la de 2014 y que la actual , inició una lucha popular que aglutinó un «movimiento ciudadano antiautovía» compuesto por asociaciones de vecinas, colectivos sociales y ecologistas. Las advertencias de lo que podía pasar de concluirse la autovía S-20, plasmadas en el «Comunicado a la opinión pública sobre penetración de la autovía en la ciudad de Santander a través de la Vaguada de Las Llamas», eran bastante premonitorias e intuitivas de la situación presente: facilitación del turismo masificado, pérdida de identidad de La Albericia, Monte, Cueto y San Román, perturbación acústica, contaminación, pérdida de biodiversidad… En todo caso, y salvando las diferencias en cuanto a cantidad de personas movilizadas, métodos y calado social, ninguna de estas luchas consiguió sus objetivos por completo, pero sí que dejaron una huella marcada en los movimientos sociales de la ciudad. Viejas vecindades y jóvenes activistas confluyen, se relacionan y comparten afectos en este tipo de luchas, lo que hace difícil que caigan en el olvido.
Marcha anual "bajo el lema “Enterrar el vial, enraizar la lucha” 2018
También queremos mencionar aquí otras luchas contra proyectos de carreteras que se produjeron y siguen produciéndose en otras partes del mundo. Es significativo el movimiento anticarreteras de Gran Bretaña, donde grupos radicales como Earth First tuvieron gran importancia impulsando campañas de oposición basadas en la acción directa y en diversidad de tácticas, como sabotajes, ocupaciones de bosques, campamentos y festivales , movilizaciones diversas… Como señala Derek Wall en el libro: «Earth First! and the Anti-Roads Movement», las campañas se extendieron por Australia, Irlanda, Alemania, Francia, Holanda y Europa del Este. En el libro, Derek rastrea los orígenes del movimiento anticarreteras en Gran Bretaña desde la década de 1880.
Pero no hace falta irse tan atrás, porque estas luchas siguen vigentes en la actualidad. Si nos trasladamos a Tarn, entre Toulouse y Castres, encontraremos la lucha contra la A69, donde en los últimos meses se han producido huelgas de hambre, acampadas en lo alto de los árboles, movilizaciones de varios miles de personas, así como acciones directas diversas. Hace unas semanas difundimos en nuestra web el «Llamamiento a unirse a la ZAD contra la A69 y por la defensa de la vida». Una ZAD (Zona a Defender) es un método de lucha característico de las luchas ecologistas radicales en Francia de las últimas décadas, que consiste en la ocupación efectiva y permanente de las tierras donde se proyectan megaproyectos y otras amenazas contra el territorio y la vida. En dicho llamamiento se nos anima a unirnos a la Crém´Arbre, «un lugar de vida que se inscribe en un contexto global de rechazo a los megaproyectos impuestos, una isla más en el archipiélago de las zonas de experimentación, de defensa y de cuidados. Aquí buscamos inventar el futuro, libres de todas las dominaciones que nos han llevado a negar la vida , a envenenar los manantiales, la tierra y el aire para construir una carretera de más. […] Aquí estamos aprendiendo a vivir unes con otres, a construir comunales y a crear nuevos mundos. Como muchas otras luchas, más antiguas o más lejanas, ésta es rural y local, y se opone a unas decisiones desarraigadas e irracionales. Como muchas otras luchas, ha llegado a la conclusión de que la defensa de la vida es inseparable de la lucha contra la opresión sistémica entre humanos».
En definitiva, conocer experiencias de lucha en otros lugares puede ayudarnos a ampliar imaginarios con el fin de que no nos sean ajenas aquellas tácticas de lucha que se usan en otros contextos para defender la vida. Hace nueve años una comunidad de lucha se construyó apoyando a una vecina que sólo quería permanecer en su hogar. Amparo podría haber optado por otros caminos, pero escogió denunciar la situación y buscar solidaridad. Poner este recuerdo en contexto nos ayuda a orientar las luchas que están por venir si no queremos que el territorio siga siendo asediado con proyectos de infraestructuras innecesarias que, como muchas carreteras del litoral norte, sólo responden a una meta especulativa, pasando a ser «chatarra paisajística». Pero también con proyectos que finalmente se llevan a cabo y que preparan un futuro inhabitable con una economía basada en el extractivismo turístico en un entorno finito.