Reseña de Witches, Witch-hunting, and Women [Brujas, caza de brujas y mujeres] de Silvia Federici (2021)

Reseña de Witches, Witch-hunting, and Women [Brujas, caza de brujas y mujeres] , de Silvia Federici, es una importante intervención feminista en la historia del capitalismo occidental que expone la continuidad entre las culturas históricas y contemporáneas de la misoginia. El libro se divide en dos partes: la primera describe el creciente interés por reexaminar la caza de brujas europea como el fenómeno «que allanó el camino para el mundo capitalista moderno» (p. 12). Federici explica cómo la guerra del capitalismo contra las mujeres comenzó en el siglo XVI, a principios del Renacimiento, con la promulgación de leyes de cercamiento que permitieron la destrucción masiva de las relaciones de propiedad comunal. La caza de brujas surgió cuando las élites sociales -la nobleza terrateniente, la Iglesia y la burguesía en ascenso- trataron de restar poder a las mujeres y expropiar tierras utilizando la mitología cristiana como arma para identificar a las mujeres como la potencial encarnación del mal. Las acusaciones de brujería fueron una táctica de terror diseñada no sólo para destruir la independencia económica y sexual de las mujeres, sino también sus redes de apoyo comunitario y sus contribuciones sociales como curanderas, comadronas y comerciantes. Como consecuencia, las mujeres fueron víctimas de un empobrecimiento sistémico y se convirtieron en objetivo por resistirse a la destrucción de su esencia comunitaria.

Curiosamente, Federici aborda incluso la influencia lingüística de la caza de brujas, incluida la afeminización de «cotilleo», una palabra que ha evolucionado desde su significado original de compañerismo femenino hasta significar charla ociosa despectiva.

En la segunda mitad del libro, Federici revela que la caza de brujas no es un acontecimiento histórico aislado, sino que constituye un continuo de nuevas y brutales formas de violencia contra las mujeres, propagadas por el crecimiento de la globalización neoliberal. Las peores atrocidades las cometen los patriarcados contemporáneos, equivalen al «feminicidio» y se intensifican en las intersecciones culturales del racismo y la reestructuración económica capitalista. Esto se manifiesta en los asesinatos desproporcionadamente raciales de mujeres en Norteamérica, el aumento de los «asesinatos por dote» en la India y el resurgimiento literal de la caza de brujas entre los evangelistas en múltiples naciones africanas. El argumento de Federici es significativo y de gran alcance, pero en un caso se ve menoscabado por su aplicación de la etiqueta «nativo americano» al referirse a las mujeres indígenas desaparecidas y asesinadas en Canadá. En segundo lugar, advertiría contra la suposición de que las imágenes hipersexualizadas de las mujeres son una fuente de violencia contra ellas, ya que la autopresentación de la mujer como ser sexual no es el problema fundamental: el problema es la cultura de la violación y el deseo masculino depredador que trata los cuerpos de las mujeres como una forma de propiedad. Sin embargo, los puntos fuertes de este libro superan con creces estas críticas. Federici no sólo detalla la resistencia de las mujeres a la opresión patriarcal, sino que ofrece soluciones prácticas para resolver los problemas y responsabilizar a los gobiernos, instituciones y movimientos de la violencia. Por ejemplo, Federici se pregunta por qué muchas feministas no se han pronunciado más enérgicamente contra las prácticas contemporáneas de caza de brujas en África, y lo achaca a un sesgo racional de Occidente y a una tendencia a la corrección política que se resiste a presentar a las culturas no blancas y no occidentales como irracionales. Como demuestra Federici, la irracionalidad tiene muy poco que ver con la cuestión; la cuestión es la expropiación disfrazada de rectitud cristiana.

Al identificar las raíces materialistas de los crímenes e injusticias sistémicas de género, Federici adopta la visión a largo plazo de la lucha feminista y la sitúa fuera de las limitaciones de representación de la política identitaria. La autora reconoce las injusticias que sufren las mujeres a manos de sociedades patriarcales que, en nombre de la codicia y la inseguridad, pretenden despojarlas de sus hogares y de las funciones que desempeñan en la comunidad, algo que ya se fomentó en el pasado durante la evolución de las economías mercantiles hacia el capitalismo total a principios del Renacimiento y que vuelve a repetirse cuando las comunidades se ven sometidas a programas neoliberales de reestructuración económica. Este libro no sólo describe los horrores de la misoginia, sino también las estrategias actuales de resistencia y, lo que es más importante, ofrece soluciones a los retos culturales, sociales y económicos a los que se enfrentan las mujeres en las intersecciones del capitalismo, el racismo y el patriarcado.

 

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