Una breve genealogía política de la cabaña
Ya sea asociada a la infancia, al retorno a la naturaleza o bien a diversas formas de precariedad, la cabaña es un punto de confluencia de muchos imaginarios. Sin pretender hacer de ella un objeto de estudio científico completo, este artículo propone una genealogía divagante y política de esta forma de hábitat. Si bien algunas personas han optado por refugiarse en cabañas para oponerse mejor a la sociedad de su tiempo, también podemos constatar que las grandes protestas de los últimos años han vuelto a poner de moda este tipo de construcción, con el fin de reforzar la lucha y la cohesión. De la ZAD a los Chalecos amarillos, es una forma de extender el impulso colectivo y de anclar una lucha en un lugar, en el tiempo, pero también en la vida cotidiana. Tanto es así que es posible rastrear, a través de estas sencillas construcciones, una larga historia de búsqueda de armonía con la naturaleza que nos rodea, una visión crítica de la sociedad de consumo y de control, y de esperanza de relaciones emancipadas y liberadas de las cadenas que nos constriñen a diario.
Hace mucho tiempo que arquitectes teorizaron que la cabaña constituyó el primer hogar de les humanes. Vitruvio (arquitecto romano del siglo I a.C.) imagina que el fuego permitió a las personas reunirse y vivir juntas, y que construyeron sus primeros refugios por necesidad, para refugiarse de la intemperie. Para él, la arquitectura es una cadena de evolución formal que comenzó con el refugio primitivo. Marc-Antoine Laugier, teórico de la arquitectura del siglo XVIII, va más allá y alaba la sencillez y la perfección formal de la cabaña. Compuesta por cuatro postes, cuatro vigas y un tejado, responde a la necesidad de protección y exige una forma de armonía con la naturaleza. En su opinión, toda arquitectura que imita este principio es buena arquitectura, y el mejor ejemplo histórico es el templo griego. Eugène Viollet-le-Duc y Gottfried Semper, arquitectos del siglo XIX, también se pronuncian en ese sentido.
Le Corbusier, después de haber sido artífice de megaproyectos urbanos basados en el hormigón y que quería organizar la vida de millones de personas planificando el futuro, fue en contra de su propia obra y de lo que preconizaba la arquitectura del siglo XX a la hora de construir su propia casa. El final de su vida transcurrió en su casa de Roquebrune, de dimensiones modestas, construida en madera en 1952, en donde vivió con su mujer. Esta contradicción ni siquiera merece ser mencionada, dado el compromiso de Le Corbusier con el fascismo y el antisemitismo, siendo su lema "Donde nace el orden, nace el bienestar".
Una construcción de le Corbusier para él:
Una construcción de Le Corbusier para les otres:
Así pues, para algunes, construir una cabaña significa volver a los albores de la humanidad. Pero hacerlo en una época en la que el progreso y el hormigón están omnipresentes, supone remar a contracorriente. Seguramente por eso muches filósofes han optado, en determinados momentos de su vida, por trasladarse a vivir a un lugar más sencillo, más austero, más alejado. Los más emblemáticos son seguramente Martin Heidegger, que escribió su obra Ser y tiempo en su cabaña de Todtnauberg, en la Selva Negra alemana, en la que vivió a partir de los años veinte; y Ludwig Wittgenstein, el pensador austriaco, que se construyó su propia cabaña aislada en Skjolden, Noruega. Más tarde diría que este exilio voluntario fue uno de los periodos más apasionantes y productivos de su vida. Se trata de un caso típico de filósofes que huyen del mundo para pensar en él, y que utilizan la cabaña como medio de reflexión; un símbolo y signo poderoso para permitir expresar conceptos fundamentales.
Heidegger saliendo de su cabaña:
La casa de Wittgenstein:
Es difícil presentar una genealogía política de la cabaña sin mencionar a Henry David Thoreau. Aunque es muy conocido, principalmente por su ensayo La Desobediencia civil, publicado en 1849, puede decirse que se le agrupa injustamente en la categoría de pensadores pacifistas alternativos. El título no es suyo, sino de su editor, ya que Thoreau lo había titulado originalmente Resistencia al gobierno civil. De hecho, Thoreau escribió esta obra tras pasar una temporada en prisión por negarse a pagar impuestos al Estado, expresando así su oposición a la esclavitud y a la guerra entre México y Estados Unidos. A partir de 1845, Thoreau empezó a vivir en su cabaña a orillas del lago Walden, desde donde dio a sus contemporáneos un ejemplo de relación activa con la naturaleza, libre de toda contemplación romántica. Esto le permitió pronunciarse contra la sociedad, a la que opuso el concepto de "simplicidad voluntaria". Convencido de que la mayoría de los seres humanos viven en un estado de esclavitud y alienación permanentes, rechazó la lógica opresiva de la sociedad tecnológica moderna y, a través de su ermita autoimpuesta, inició un experimento destinado a desarrollar los fundamentos prácticos y teóricos de una sociedad diferente. Fue en su cabaña donde acogió la asamblea general de activistas antiesclavistas de su comuna, y fue de esta experiencia de donde extrajo su famosa novela Walden o la vida en los bosques.
Portada de Walden o la vida en los bosques:
Resulta perturbador ver las similitudes entre Henry David Thoreau y otra figura importante de la historia política de Estados Unidos que apareció un siglo después. Theodore Kaczynski, más conocido como Unabomber, nacido en 1942, era un niño superdotado y solitario. Tras unos brillantes estudios de matemáticas, dio clases en la universidad antes de dimitir y volver a vivir con sus padres. Junto con su hermano, compró un terreno en Montana y construyó una casa de 10 m2 sin agua ni electricidad. Comenzó una nueva vida como ermitaño, aprendiendo a recolectar plantas y a cazar pequeños animales.
Esta vida de reclusión iba acompañada de dos actividades de carácter relacional: genio manitas, empezó a fabricar bombas caseras que envió a sus enemigos (universitarios en los campos de la ciencia y la tecnología, compañías aéreas, tiendas de informática, un ejecutivo de publicidad, el presidente de la Asociación Forestal, etc.) durante 17 años. Mató a 3 personas e hirió a una veintena. La otra actividad era escribir, ya que en su cabaña se encontraron 40.000 páginas de documentos, junto con su famoso manifiesto, La Sociedad industrial y su futuro. A través de sus escritos explicó sus acciones: esta violencia pretendía ser una reacción a la violencia de la sociedad, que, en su opinión, procedía principalmente de la tecnología, causante de la apatía, la anomia, el aburrimiento, la desposesión y la alienación de los seres humanos. Según Kaczynski, el progreso tecnológico nos está conduciendo a un desastre ineluctable, y sólo el colapso de la civilización moderna puede evitarlo. El izquierdismo es la primera línea de defensa de la sociedad tecnológica contra la revolución. Lo que se necesita es precisamente un nuevo movimiento revolucionario, dedicado a la erradicación de la sociedad tecnológica, y que tome medidas para mantener fuera a todos los izquierdistas y afines.
Justifica sus prácticas de la siguiente manera: "En mi humilde opinión, el uso de la violencia (por ejemplo, contra la realización de la utopía de una sociedad tecnológica inhumana) es autodefensa. Algunos pueden cuestionarlo, por supuesto. Pero si crees que es inmoral e inapropiado, entonces deberías evitar CUALQUIER uso de la violencia. Pero tengo una pregunta para ti en este contexto: ¿qué tipo de violencia ha causado más daño en la historia de la humanidad? ¿La violencia autorizada por los Estados (sociedad, civilización, ideología) o la violencia no autorizada utilizada por los individuos?” El hábitat del Unabomber es especialmente intrigante, ya que revela una gran contradicción entre, por un lado, un tipo de vivienda íntima y extremadamente sencilla, un nido protector, y, por otro, el deseo de volar por los aires a sus enemigos.
En sus hogares reducidos al mínimo vital, Thoreau Y Kaczynski dedicaban gran parte de su tiempo a escribir: sus cabañas les proporcionaban la concentración y la energía que necesitaban para conceptualizar ideas que desembocaron en manifiestos programáticos a favor de un modo de vida totalmente distinto. Ambos estaban preocupados por la perniciosa influencia que la cultura material ejerce sobre los individuos y la sociedad. Ambos creían que las propuestas existentes para cambiar la situación social eran insuficientes para remediar el problema. Sin embargo, ambos creían que el cambio es posible, y vieron la base de ese cambio en la naturaleza salvaje.
Cuando los textos de Kaczynski se publicaron en los principales periódicos, su hermano reconoció su letra y lo denunció a la policía. Tras su detención el 3 de abril de 1996, su refugio fue descrito, fotografiado, trasladado, expuesto, reproducido, analizado, etcétera. Una vez que su cabaña dejó de formar parte del lugar, fue necesario neutralizar su significado convirtiéndolo en museo. Inicialmente aislada en un campamento militar, fue posteriormente considerada como una prueba. Los tribunales pidieron que fuera trasladada para poder presentarla en el siguiente juicio. Su largo viaje se convirtió en un espectáculo nacional, con el transporte seguido por los medios de comunicación y filmado a pie de carretera por un público ansioso por ver pasar la legendaria cabaña. Así, a falta de haber podido exhibir el maestro terrorista Kaczynski, fue su artefacto que lo representaba el que fue presentado. Tras ello fue depositada… en una nave. Tras este ridículo recorrido, en 2008 el FBI decidió entregarla al Museo de Historia del Periodismo de Washington.
Una cabaña... en una nave:
Una cabaña... en un museo:
La presencia de la cabaña, cuya inmensidad -referida tanto a su tamaño como a su profunda carga ideológica- en un museo en pleno corazón político de Estados Unidos, a tiro de piedra del Capitolio, aparece menos como un deseo de proporcionar información sobre el pensamiento de Kaczynski que como la presentación de un trofeo de guerra, de un enemigo que plantó cara durante años a la sociedad de su tiempo, a costa de su libertad.
El legado de Unabomber continuó de dos maneras. El arte contemporáneo, a través del registro museístico de la instalación, reivindica este símbolo, centrándose casi exclusivamente en su cabaña. Se convierte en obras fotográficas y multimedia, maquetas, reconstrucciones, modificaciones, etc.
Daniel Joseph Martinez, The House America Built, 2004:
Chris Larson, Pause : The Dukes of Hazzard 69 Charger and Ted Kactzynski’s Montana Cabin, 2000:
James Benning, Two Cabins, 2012 (Réplica de las cabañas de Thoreau et Kactzynski):
La otra forma en que Kaczynski sigue existiendo entre nosotros es a través de la publicación de traducciones de sus textos, que han ido llegando poco a poco [a Francia], algunas con prefacio de Annie Le Brun (escritora y poeta francesa, cercana al movimiento surrealista y crítica de la sociedad contemporánea) desde 1996, otras disponibles libremente en Internet. Aunque durante años fue presentado como un loco, las generaciones más jóvenes están redescubriendo la visión y el radicalismo de este hombre condenado a cadena perpetua, y que recientemente se suicidó en su celda de la prisión federal de Carolina del Norte, a los 81 años, mientras padecía un cáncer terminal.
Nos hemos detenido mucho en algunas de las principales figuras que han hecho de su hábitat una forma de vida y de lucha. En muchos otros casos, la cabaña no es una elección, sino una necesidad, un puente entre la calle o la tienda de campaña y un hogar decente. Es una forma de salir adelante en una situación precaria que perdura, una forma de sobrevivir. De las villas miseria de Argentina a las favelas de Brasil, de los guetos de Estados Unidos a los gecekondu de Turquía, de los townships de Sudáfrica a los urban por de Filipinas, no faltan términos para describir estos edificios que representan la mayor miseria social. Francia no es una excepción y asiste al retorno de los barrios de chabolas bajo sus puentes, en sus barrios periféricos y detrás de sus vallas. Uno de los más emblemáticos es el campamento de Calais, antes de su desmantelamiento en 2016; lejos de la imagen que podríamos tener de él, se configuró toda una organización espacial y social, con sus barrios, calles, cantinas y tiendas.
Las calles del campamento de Calais:
El campamento de Calais:
Esto nos retrotrae a décadas atrás, cuando, tras el llamamiento del Padre Pierre en 1954, el arquitecto Jean Prouvé intentó generalizar el uso de la Maison des Jours Meilleurs, una pequeña casa tipo cabaña que podía erigirse en 7 horas, diseñada para albergar a las personas que dormían en la calle y a las víctimas de la crisis de la vivienda. Las autoridades públicas se negaron a aprobar el invento, por lo que el proyecto se abortó a pesar del entusiasmo del público.
Mientras que algunes consideran que la lucha pasa por la manera en que habitamos en sí, otres prefieren imaginar maneras diferentes de ocupar el espacio en colectivo. La cuestión de la construcción y de vivir en las luchas volvió a aparecer con fuerza a partir de 2010, con el movimiento de ocupación de plazas surgido de la Primavera Árabe, con, por ejemplo, la ocupación de la plaza Tahrir en Egipto. Continuó con el Movimiento 15M, que comenzó en España en 2011 y se extendió a Portugal, Francia, Alemania, Italia, Inglaterra y Estados Unidos con Occupy Wall Street. Reapareció en Francia en 2016 con el movimiento Nuit Debout, que acompañó la lucha contra la reforma laboral de aquel año.
Plaza Tahrir en Egipto:
15m Madrid:
Se podría alegar, con razón, que a muy a menudo, estas ocupaciones solo ocupaban por la masa de personas que participaban, que los refugios no eran más que tiendas de campaña, lonas y barnums, que en algunos casos esto se hacía de acuerdo con las autoridades, que no se trataba de construir nada permanente y que esta era una de las condiciones para tener derecho a quedarse. Y fue precisamente en esta situación en la que la cabaña resurgió con fuerza. Es a la vez un espacio necesario para resguardarse de la intemperie como un espacio en el que organizar, almacenar y descansar en lugares para asambleas, talleres, cantinas y conciertos, y también es una forma de ir más allá de los límites de la ciudad. También es una forma de ir más allá, de construir la autonomía y la autogestión, de vincular lucha y vida cotidiana, lucha y fiestas, lucha y compartir. Eso es lo que estuvo en juego durante el movimiento Nuit Debout, en la plaza de la República de París, cuando se intentó construir un castillo de madera. Las autoridades obligaron a los ocupantes a abandonar el lugar a partir de cierta hora de la noche y a limpiar lo que habían ensuciado antes de volver a la mañana siguiente. Así que había que empezar de nuevo al día siguiente, lo que consumía mucha energía y hacía imposible proyectarse en el tiempo a pesar de que la ocupación perduraba. Se hizo un llamamiento para volver a traer vigas y palets, tornillos y destornilladores, tablas, clavos y martillos y construir el castillo de nuestros sueños. Los participantes lo explicaron así: "La construcción libre y autónoma de castillos en la Place de la République, que para muchos de nosotros se ha convertido en la Place de la Commune, evidencia ciertas cuestiones. Por ejemplo, las estructuras, cada vez más grandes, superan con creces la superficie de nuestros pisos en la región parisina. Nos sentimos francamente frustrados por no poder invitar a nuestros compañeros a casa porque no tenemos espacio suficiente, y esa es una buena razón por la que muchos de nosotros salimos a la calle a pesar de las prohibiciones. Luego está la estafa total de los alquileres indecentemente altos y el urbanismo a menudo masivo y frío que tenemos que soportar. Comprender las condiciones de vida en París y sus suburbios, sobre todo para los jóvenes, es también comprender la alegría que nos produce crear espacios libres y darles forma nosotros mismos".
Construcción de un castillo en la Place de la République:
Durante la defensa de La Plaine en Marsella, una plaza popular que desde 2019 está siendo objeto de reurbanización y gentrificación, la idea de construir sobre tierra firme también parecía necesaria. Los días de movilizaciones, acciones, manifestaciones y carnavales ya no eran suficientes, por lo que los participantes en esta lucha quisieron decidir por sí mismos cómo debía desarrollarse su plaza. Cientos de personas empezaron a transportar vigas, traídas por solidaridad de la ZAD de Notre-Dame des Landes, para construir lo que sería el armazón de un hangar. Tanto en el Château de la Place de la République como en el Hangar de la Plaine, la policía no tardó en atacar y destruir las construcciones por la noche.
Hangar de la Plaine en Marsella:
En todas estas experiencias, la influencia de las ZADs y especialmente la de Notre-Dame des Landes es crucial. Esta lucha ecologista y anticapitalista que ha marcado las últimas décadas, ha politizado a varias generaciones de jóvenes, al tiempo que ha creado vínculos entre habitantes del campo y la ciudad, estudiantes, agricultores, investigadores, trabajadores precaries, científiques, ecologistas, activistas y otres. Su despegue fue extraordinario cuando, para proteger la zona destinada a un aeropuerto y en respuesta a un llamamiento de los agricultores expropiados, cientos de personas construyeron decenas de cabañas, cada una más imaginativa que la anterior, para vivir y luchar en condiciones a veces difíciles, sobre todo en invierno.
Cabañas de la ZAD:
Conocemos la historia: los desalojos fallidos de 2012, la zona atacada por 1.500 policías, los desalojos exitosos de 2018 con 1.800 policías, vehículos blindados, 11.000 granadas lanzadas, 3.000 granadas aturdidoras explotando y personas heridas que provenían de toda Francia, y a veces incluso de más lejos. Bulldozers y excavadoras también acompañaron a los CRS, destruyendo estas maravillosas construcciones autónomas, estos lugares de vida, amor, lucha y organización.
Zad, antes y después:
La importancia de estas construcciones es tal que algunas leyendas cuentan que incluso hubo cabañas móviles levantadas por la determinación de les zadistas...
El último gran movimiento que marcó Francia, que asustó a los poderes tanto como devolvió el poder y la dignidad a les invisibles, también recurrió a las cabañas para anclar sus posiciones, para ser accesible, para fortalecerse. Los Gilets Jaunes (Chalecos Amarillos), que se reunían los sábados en el centro de las ciudades, ocuparon el resto de la semana las rotondas a las puertas de nuestras ciudades, pueblos y aldeas. Lugar de encuentro, discusión y de apoyo mutuo, las rotondas pronto vieron construirse edificios de uso colectivo, entre bocinazos de apoyo. Destruidas, reconstruidas, incendiadas, reconstruidas, amenazadas, llevadas a los tribunales, soportaron la presión durante meses, mantuvieron el calor durante el invierno, proporcionaron alimentos, acogieron tanto a la gente de paso como los planes de ataque para el sábado siguiente.
Cabañas de los Chalecos amarillos:
Burdeos y sus alrededores no se quedaron atrás, con varias construcciones que fueron tomando forma. La más emblemático fue sin duda la de Saint-Macaire. Simbolizó toda la determinación, fraternidad y hermandad de les participantes, durante 9 meses contra viento y marea. A la espera de que surjan otras, ¿qué más lógico que dejarla hablar para cerrar nuestra genealogía?
"Soy una cabaña.
Soy un conjunto de piezas de madera, tachonadas y unidas entre sí, construidas en un terreno privado en el que no se puede edificar en pleno invierno.
Desde el primer día supe que me quedaba poco tiempo.
Me construyeron de la noche a la mañana como refugio de emergencia para los GJ.
El 18 de diciembre, el primer día que me construyeron, no tenía ni idea de que mi papel iba a ser tan valioso en la lucha, ni idea de que iban a luchar por mí, de que me iban a querer tanto...". Es verdad, al fin y al cabo, sólo estoy hecho de retales, de donaciones, del dinero suelto de los cajones
Los Chalecos amarillos decidieron rápidamente dormir en mí, y me convertí en su hogar, en su residencia permanente para algunos. Los primeros días llegaron muchos chalecos amarillos, y todos se pusieron a construirme, reforzarme, aislarme y equiparme, con gran entusiasmo.
Soy pequeña pero práctica, los comentarios son positivos, me siento guapa. Me quieren como soy porque me han hecho a su imagen.
Los acojo en Navidad, Año Nuevo, Reyes, Semana Santa e incluso en las vacaciones de verano.
Algunos pasan todos los días para ver si necesito algo. El que pensó en construirme, al que podría considerar mi padre, sabe mejor que nadie lo que necesito. Quiere que sea cómoda, práctica, amable e íntima. Una tarde de invierno, me ofrecen ampliarme para hacer una sala de estar, encajarán algunos sofás generosamente donados, pegarán fotos de sus acciones, de sus momentos festivos, de sus muecas. Cuando vuelvan de las manifestaciones, rociados de lágrimas, a veces traumatizados por la violencia, les daré calor, escucharé sus dudas sin traicionarles nunca. Sin repetir nunca sus secretos.
Lo escucho todo.
Lo sé todo.
Me los conozco a todos de memoria, conozco sus emociones.
Ellos mismos están en mi casa, mostrando sus verdaderas naturalezas.
Son como mis hijos, vienen y se van. Pero cuando se van, sé que volverán. Tengo fe en ellos. No me abandonarán.
Están organizando un mercado ciudadano que se inaugurará en marzo de 2019, y están orgullosos de presentarme a los visitantes.
Están orgullosos de haber estado conmigo desde el principio.
Y si supieran lo orgullosa que estoy de ellos, de nosotros, de esta aventura que nos une.
Todos los días me observan los coches que pasan.
A veces molesto, a veces despierto admiración, pero en cualquier caso, intrigo y, sobre todo, no dejo indiferente a nadie.
He visto los cumpleaños festivos de muchos de mis guerreros, he visto reuniones interminables, debates, discursos, discusiones, abrazos, besos, miradas, lágrimas, declaraciones de hermandad, discusiones, ataques de risa, ataques de miedo, peleas, hartazgos, dudas, esperanzas y desesperanzas.
Mi mayor protector me hizo un castillo construyendo una torre. Todos siguen pensando en quedarse conmigo, a pesar de la orden de desalojo.
Puedo ver cómo se desgarran unos a otros por mi futuro. Algunos se apresuran a lamentar nuestra relación, mientras que otros no se acostumbran.
Me ven como parte integrante de la lucha.
Me ven como una madre.
Tienen razón, les consolé, les engatusé, les di calor, les quise lo mejor que pude. Fui su segundo hogar, hice todo lo posible para que hoy sean fuertes y fraternales.
Y luego tuve que desaparecer. Lo sabíamos, ese era el contrato.
Cuando llegué, no pensé que viviría 9 meses.
Vinieron, los que más se preocupaban por mí, y quitaron tabla a tabla, clavo a clavo. Cada parte de mí.
Lo hicieron con respeto.
Lo hicieron juntos. Unidos. Llenos de pesar, pero llenos de esperanza.
Prometieron no olvidarme, prometieron recordarme bien.
Lo que sé por encima de todo es que un día, si vuelven a necesitarme, sabrán dónde encontrarme... No estoy lejos, les estoy esperando, porque no he olvidado todo lo que intentaron hacer para crear un mundo mejor. He visto los sacrificios que han hecho, he visto el dolor, la fatiga, el agotamiento, pero sobre todo he visto el deseo de seguir adelante, siempre más fuerte que el resto.
El deseo de denunciar este sistema injusto.
He acogido a personas de todas las edades, de todas las clases sociales, discapacitados, mujeres, hombres, niños, perros, frágiles, alegres, enfadados, tristes, alegres, solidarios y no he hecho distinción entre ellos. Los he querido a todos como se merecen, sin hacer desigualdades.
Soy la cabaña G.J. de Saint-Macaire.
Soy una guerrera.
No estoy lejos.”
Cabaña Saint-Macaire cerca de Burdeos: