Sobre el campamento a través de la frontera "passamontagna" de principios de agosto; otro muerto en la frontera

El sábado 5 de agosto, más de 500 personas abandonaron el campamento de Claviere para alcanzar la siguiente etapa, en Francia. La gendarmería antidisturbios, desplegada en todas las carreteras, nos bloqueó el paso. Con los fusiles de gases lacrimógenos y de granadas preparados para ser utilizados contra el bloque. Co cerca de treinta camiones y coches antidisturbios en el lado francés, más los posicionados en el lado italiano. Se decidió no llegar al enfrentamiento que habría sido necesario para intentar pasar, con el fin de evitar una muy probable masacre. La policía francesa ha cambiado sus prácticas a lo largo de los años, aumentando con el tiempo su nivel de violencia y el uso de armas. No queríamos -en esta situación- arriesgarnos a sufrir lesiones graves.

Como todos los días, aquel fin de semana pasaron cientos de personas de camino a Francia. El campamento fue un buen momento para compartir reflexiones, discusiones, bailes y charlas informales. Aunque la travesía colectiva fracasó, las personas exiliadas volvieron a moverse, como cada día, en esta frontera maldita. Más de 100 personas llegaron a Briançon durante el fin de semana. Una treintena fueron rechazadas.

La rabia suscitada por la devolución masiva provocó algunas reacciones. El sábado por la tarde tuvo lugar una manifestación que se dirigió hacia la frontera, sorprendiendo a algunos agentes italianos que tuvieron que huir, y bloqueando la frontera durante más de una hora. Al día siguiente, domingo, se realizó otra manifestación en la carretera de Claviere a Montgenèvre, en un intento de llegar hasta el cuartel general de la Policía de Fronteras (PAF). Un gran contingente de gendarmes, que incluía furgonetas y un cañón de agua, bloqueó la carretera. Los guardias móviles dispararon gran cantidad de gases lacrimógenos y algunas granadas aturdidoras y flashballs. En las carreteras de arriba, los gendarmes que intentaron acercarse fueron mantenidos a distancia durante un buen rato. La frontera permaneció cerrada durante más de dos horas. Si nadie cruza, nadie cruza. Las mercancías y los turistas tampoco pasan, así que este paso fronterizo queda inoperativo.

Si estos días alguien -supuestamente- se ha "atrevido" a estropear el campo de golf escribiendo o haciendo agujeros, no nos parece una tragedia, sino todo lo contrario. La privatización de esta montaña en beneficio de unos pocos ricos y de turistas adinerados está conduciendo también a su militarización. El fin es proteger este paisaje imaginario, pueblos de montaña donde se puede jugar tranquilamente al golf en el "campo de golf transfronterizo de 18 hoyos" propiedad de Lavazza y del municipio de Montgenèvre, y esquiar en las pistas "sin fronteras". O pasear en bicicleta eléctrica por los mismos caminos que utilizan a diario decenas de personas exiliadas, pero más a menudo de noche, precisamente porque no son visibles. Un destino para turistas adinerados no puede ser una zona de tránsito para emigrantes, estropearía demasiado el paisaje. También están construyendo dos "embalses de agua", robando agua al medio ambiente, para asegurarse la nieve en estas laderas en invierno. Privatización, explotación y militarización de las montañas van de la mano.

El campamento de Passamontagna fue también una oportunidad para reunirse, debatir y reflexionar sobre el mundo que nos rodea y los mecanismos de explotación y exclusión. Se organizaron reuniones para hablar del extractivismo neocolonial, que obliga a la gente a emigrar y abandonar territorios que han sido masacrados en nombre del beneficio. La externalización de las fronteras y la creación de enemigos internos. Los nuevos mecanismos de represión estatal y europea de los exiliados y otros. La lucha contra los CPR/CRA (Centros de Detención Administrativa). Porque en una sociedad que nos quiere cada vez más individualistas y separadas, necesitamos conocernos mejor, reconocernos, enfrentarnos y unirnos para luchar contra un sistema cada vez más totalitario.

En Briançon, primer destino de todas las que cruzan la frontera, el centro de acogida solidario Les Terrasse está saturado. Llega demasiada gente y no hay plazas suficientes. Por eso el lunes se abrió y se hizo público un nuevo espacio. Una okupa que pretende ser también un lugar donde la gente puede reunirse y conocerse, cada una a su manera. ¡Necesitamos apoyo y materiales!

La dirección es 34A Avenue de la République, hôpital les jeunes pousses SSR, Briançon.

Un caluroso agradecimiento a todas las cocinas solidarias que dieron de comer a cientos de personas durante los tres días y a todas las que participaron e hicieron posible el campamento.

Pero al día siguiente nos enteramos de una noticia terrible. El lunes 7 de agosto, un joven exiliado fue encontrado muerto en la carretera militar entre Montgenèvre y Briançon. Se llamaba Moussa. Era guineano. Lo encontró boca abajo un turista en bicicleta. Aún no sabemos nada más. Otra muerte. Otra víctima de una frontera cada vez más marcada por la presencia de la policía de fronteras (PAF), desplegada en las carreteras día y noche. La undécima, la duodécima, la vigésima, quién sabe. Las cifras no están claras porque no se han hecho públicas todas las muertes. Oficialmente, se han encontrado diez cadáveres desde 2018. Como en el resto de muertes, está claro quién es el responsable. No es una muerte al azar. No es mala suerte. No es la muerte de un turista. Es un "migrante" más, expulsado de autobuses y trenes en la frontera, obligado a caminar de noche para escapar de los controles, perseguido por la policía porque está catalogado como migrante e indocumentado, generalmente por ser pobre. A lo largo de estos caminos, la PAF lleva a cabo una caza constante y racista de cualquiera que no sea blanco y no parezca un turista dispuesto a gastar su dinero en campos de golf o pistas de esquí transformadas en verano en zonas de recreo para bicicletas eléctricas.

Y es en bicicleta, a pie o en coche como la PAF merodea por las pistas en busca de quienes no tienen los papeles en regla para cruzarlas. Una nueva fuerza militar acaba de llegar a Montgenèvre con el objetivo de limitar aún más las entradas no deseadas. Hay cientos de policías protegiendo esta frontera. Pero el flujo de personas no se detiene, porque ninguna red, muro o guardia podrá jamás bloquear por completo el deseo de libertad y la búsqueda de una vida mejor.

Pero hoy es difícil encontrar la paz.

Quizá si hubiéramos podido caminar juntas, esto no habría ocurrido. Quizá si el Passamontagna hubiera funcionado, ese chico no habría muerto. Todos los policías que estuvieron en esas carreteras el sábado y el domingo tienen las manos manchadas de sangre. También el prefecto de Gap, que declaró ilegales todas las manifestaciones y acampadas del fin de semana, y que dio la orden de obstruir el paso de todas las formas posibles, tiene las manos manchadas de sangre. Cada policía es una frontera. El brazo armado de un Estado que sigue dividiendo, seleccionando y matando en función de sus intereses políticos y económicos. Que los responsables lo paguen caro, aquí, en Montgenèvre, en Briançon, en toda Francia.

Un pensamiento nubla nuestras mentes. Nos cuesta perder de vista el hecho de que el cadáver fue encontrado en la carretera militar, por la que se puede circular a pie, pero también con un coche 4x4, que los guardias utilizan para realizar sus patrullas. Es difícil morir en un accidente en esta carretera, sobre todo en verano. Ya han muerto demasiadas personas en la frontera, huyendo de la policía. Blessing Matthew, una nigeriana de 20 años, murió en 2018 en el río Durance cuando intentaba escapar de los gendarmes que la perseguían. O Fahtallah, hallado muerto en la presa cerca de Modane, a la que llegó tras haber sido devuelto. O Aullar, de 14 años, muerto aplastado por el tren que no pudo coger en Salbertrand, camino de la frontera. O todas las que murieron congeladas o cayeron al vacío tras ser devueltas en la frontera y aventurarse por los senderos más altos.

La militarización de estas montañas está matando gente.

La PAF, los gendarmes, el Estado francés, Europa. Estos son los responsables de esta muerte.

La frontera está en todas partes, en cada frontera dentro y fuera de Europa, donde quizás sea más reconocible, pero también está en cada calle, plaza o estación donde la policía controla los papeles, está en los centros de retención administrativa (CRA), está en cada oficina de Frontex repartida por Europa, está en cada fábrica de armas o dispositivo de vigilancia que se produce en Europa y se entrega a la policía de fronteras.

De ahí la invitación a actuar, cada una a su manera, cada una desde su lugar, contra las fronteras.

CONTRA TODAS LAS FRONTERAS, LOS ESTADOS QUE LAS CREAN Y LOS UNIFORMES QUE LAS PROTEGEN.

Algunes participantes en el campamento de Passamontagna